La rifa del burro

La rifa del burro



La ocurrencia, desvío de atención, parodia o como le quieran llamar a la rifa del avión presidencial, derivada del fracaso de su venta formal, convirtió esta rifa en un rebuscado y truculento sorteo de lotería, el cual me recordó un viejo relato.

Cuentan que un ranchero vendió a su vecino un burro en mil pesos. Al día siguiente de la venta el burro amaneció muerto. El vecino, sintiéndose engañado porque le habían ocultado que el burro estaba enfermo, exigió al ranchero el reembolso del dinero. Éste le dijo que ya se lo había gastado, y pidió una semana de plazo para regresarlo.

A la semana siguiente, tal y como habían acordado, el ranchero devolvió los mil pesos. Sorprendido por su honestidad, el vecino le pregunta: "¿Cómo hiciste para juntar los mil pesos en una semana?". "Muy fácil", respondió el honorable ranchero. "¡Rifé el burro!".

"Hice mil boletos de un peso cada uno y los vendí todos". "¿Pero cómo le vas a entregar el premio al ganador de la rifa si el burro está muerto?", inquirió el vecino. "Ya lo resolví", contestó el ranchero. "Me presenté con el ganador de la rifa diciéndole que el burro se había muerto, y que como yo soy una persona cabal y honorable, le devolví su peso, quedando todo arreglado".

Estas artimañas, propias de personas astutas y corruptas, funcionan porque las pérdidas repartidas entre muchos no se notan o no valen la pena reclamarse.

El plan original de la rifa del avión era vender 6 millones de "cachitos" de 500 pesos cada uno, primero "sableando" empresarios en una cena en la que les pidieron amablemente cooperar con la compra de un mínimo de 40 mil cachitos cada uno (20 millones de pesos), y luego vender el restante al público general.

Pero como la venta al público no tuvo el éxito esperado, y era necesario tapar el fracaso de esta payasada, las propias instituciones de gobierno comenzaron a comprar boletos de la rifa y los regalaron a los hospitales para que, en el caso de resultar ganadores, compraran equipo médico.

Un despropósito que en mi opinión debe ser sancionado, pues ningún gobierno, organismo público o institución que administre recursos ajenos puede invertirlos, mejor dicho, apostarlos, en juegos de azar, como lo es un sorteo de la lotería.

El primer boleto ganador de la mal llamada "rifa del avión" fue el del número 5349161, y según lo que ayer se publicó en diferentes medios, nueve hospitales tenían uno de los cachitos de ese y otros billetes ganadores, por lo que resultaron merecedores de un premio de 20 millones cada uno. Pero hay que sacar bien las cuentas, pues no son así de halagadoras, al menos no para el gobierno que organizó este argüende.

La rifa se llevó a cabo habiendo vendido, en números redondos, solo el 70 por ciento de los billetes, es decir, que se habrían obtenido 2 mil millones de pesos para entregar premios por una cantidad igual, sin ninguna utilidad para destinarse a la compra de equipos médicos, como se pretendía. Pero como el propio gobierno, a través del Insabi, apostó 500 millones de pesos de nuestros impuestos en la compra del millón de boletos que regalaron a los hospitales, y de éstos sólo recuperaron 180, el balance final es de una pérdida de 320 millones.

En el caso de la rifa del burro, 999 personas perdieron un peso y nadie pudo reclamar nada. En la rifa del avión, 126 millones de ciudadanos perdimos 320 millones de pesos, y a pesar de todas las violaciones a principios éticos y triquiñuelas legales, nadie tampoco podremos reclamar nada.

Las rifas son juegos de azar, por eso están reguladas por la Ley Federal de Juegos y Sorteos que prohíbe en general los juegos de apuesta, y lo que el gobierno federal hizo al organizar el sorteo y participar en él comprando el 16 por ciento de los boletos es apostar el dinero de todos, en un juego de azar, en este caso con 84 por ciento de probabilidades de perder. A ver cómo lo explican ahora. El slogan del Insabi debería ser: "Aquí nos rifamos la vida... de otros".

Después de todo el tiempo, desgaste y recursos dedicados a este asunto, el resultado es que el avión permanece inútil en su hangar y cada día que pasa vale menos. Tal vez si en lugar de haber perdido 320 millones en este sorteo, esta cantidad se la hubieran rebajado al precio de venta del avión, ya se hubiera vendido.

"Tengo tan mala suerte que,
si fuera político, sería honesto".

Rodney Dangerfield