De abajo para arriba

 

Innumerables veces ha dicho el Presidente López Obrador que el combate a la corrupción lo hará "como se barren las escaleras", de arriba para abajo.

Sin embargo en la vida cotidiana los problemas o asuntos que tienen que ver con la corrupción los vemos exactamente al revés, es decir, de abajo para arriba.

Siguiendo la analogía de las escaleras, veamos al País como un edificio de varios niveles, los cuales se comunican entre sí por una enorme escalera central, la de la corrupción. Todos los ciudadanos vivimos y trabajamos en la planta baja del edificio, y si queremos o necesitamos ir a otros niveles, el acceso a las escaleras es restringido.
Las autoridades, dependiendo del nivel que ocupen en el organigrama oficial, trabajan (es un decir) ya sea en el vestíbulo de las escaleras ubicado en el lobby o en los niveles superiores, y unos cuantos en el penthouse, el cual tiene elevadores y escaleras independientes utilizadas sólo por aquellos que tienen influencias o "vara alta".

La única manera de llegar a los niveles superiores es con la autorización de los guardianes de la escalera, la cual se obtiene rápidamente a través de secretarios, secretarias, amistades o "contactos", siempre que haya regalos o "propinas" de por medio.

Los planteamientos de negocios y solución a problemas delicados o de gran tamaño se tratan en los niveles superiores o en el penthouse, lo cual hace que ciertos "asuntos" sólo sean viables si dan para pagar la suma de escalones de corrupción requeridos.

Por ello, la única corrupción que se puede barrer de arriba para abajo es la de más arriba, la de los grandes negocios y contubernios que los ciudadanos comunes y supuestos dueños del edificio ni siquiera sabemos que existen, pero sufrimos sus consecuencias.

Las migajas de la corrupción, los "negocitos" y las asignación de obras menores, así como la operación y mantenimiento cotidiano del edificio, suceden y acuerdan en la planta baja, donde vivimos todos excepto las autoridades y bandidos de mayor rango, los amos y señores de los pisos superiores.

Los ciudadanos comunes, "el pueblo", tenemos contacto sólo con los primeros escalones de la corrupción, por lo que la población general ni siquiera se entera de la corrupción que pueda haber en la parte de arriba de la escalera, y lo único que le interesa es que con corrupción o sin ella, su calidad de vida mejore y su seguridad personal y patrimonial esté protegida.

Lo demás es lo de menos. De nada le sirve al ciudadano común saber que la macrocorrupción en la parte alta de la escalera se acaba y la microcorrupción e ineptitud de la parte baja y con la que tiene que ver continúa, de la misma manera que de nada le sirve saber que las variables macroeconómicas están sanas si su microeconomía está enferma.

La corrupción y favoritismos en las altas esferas de gobiernos existen en todo el mundo, pero la diferencia de países percibidos como más honestos y mejor calificados en ese rubro es que la corrupción en los niveles bajos prácticamente no existe.

Un sencillo ejemplo de esto lo vemos en las graves consecuencias que el solo intento de soborno tiene en países como Estados Unidos. En México el intento de soborno no sólo tiene cero consecuencias, sino que las probabilidades de lograrlo son altas.

Los ciudadanos comunes veremos resultados y cambiaremos la manera de interactuar con las autoridades y entre nosotros mismos si en la vida cotidiana la justicia se aplica correctamente; si tanto el violar como el intento de violar la ley tiene consecuencias graves; si la vigilancia, inspecciones, auditorías, trámites y permisos habituales ocurren y fluyen ágilmente sin necesidad de "aceitar" maquinarias o buscar influencias en niveles superiores; pero sobre todo, si nos acostumbramos a reconocer y responder por nuestros errores de manera que no busquemos corromper a nadie para evadirlos.

El corrupto "modus operandi" de los ciudadanos comunes y de los funcionarios con los que cotidianamente interactuamos está en la parte baja de la escalera.

Si no comenzamos a barrerla desde abajo, no sólo seguirá sucia, sino que además nos irá cayendo la basura que supuestamente han comenzado a barrer desde arriba.

En suma diría que la escalera de la corrupción no hay que barrerla, hay que demolerla desde los cimientos.

"Si cada quien barre el frente de su casa, el mundo entero estará limpio".

J. Wolfgang von Goethe