Crítica incómoda

Crítica incómoda

 

Externar una crítica u opinión negativa hacia algunas decisiones y planes del nuevo gobierno y luego de ello sostener una conversación respetuosa e inteligente con simpatizantes de AMLO y de Morena se ha vuelto cada vez mas difícil y en algunos casos imposible.

Piensan equivocadamente que quien critica al Presidente y funcionarios del Gobierno actual no le importan los millones de mexicanos pobres que viven en condiciones deplorables y cuyas necesidades han sido siempre el centro de los discursos y promesas político-electorales, ni que su atención haya sido postergada en aras de un desequilibrado desarrollo económico y social que sin duda ha beneficiado a los menos.

Pero en lugar de ver con objetividad si las críticas y opiniones negativas son fundadas, y en su caso reconocer los errores u omisiones que señalan, califican a los críticos como individuos inconscientes, socialmente irresponsables o cómplices de la corrupción, asumiendo que su fin es mantener condiciones y privilegios del pasado a costa de millones de pobres y socavar las buenas intenciones de un gobierno que recién comienza y ha prometido ser diferente.
No dudo que haya personas que lo único que les interesa es su propio bienestar, que discriminan a los que menos tienen y más morenos son, y que para lavar su conciencia "tratan bien" a sus empleados-sirvientes, como si el no maltratar personas fuese una acción merecedora de elogios.

Para este tipo de personas "tratar bien" a una persona humilde, como podría ser, por ejemplo, una empleada doméstica, es dejarle comer y dormir en su casa, regalarle ropa usada y compensar el "buen trato" que le dan y por el que debería estar agradecida con el pago de un sueldo mísero.

Pero no debemos generalizar. Ni todos los seguidores de la 4T son fanáticos ciegos ni todos los críticos son personas inconscientes, socialmente irresponsables, corruptas o con intereses políticos.

La mayoría de las opiniones y críticas que se hacen son bien intencionadas, y se emiten con el único fin de que quienes toman las decisiones las escuchen, evalúen su sustento, en su caso corrijan rumbos que se consideran o demuestran equivocados, y de esa manera contribuir al logro de los objetivos comunes en los que todos coincidimos: reducir los niveles de pobreza y marginación y acabar con la corrupción y la inseguridad.

Sólo una mente enferma podría oponerse a mejorar la calidad de vida de los mexicanos más pobres y a vivir en un Estado de derecho en el que la máxima de AMLO realmente impere: Al margen de la ley, nada; por encima de la ley, nadie. Y el nadie, incluye en primer lugar al propio Presidente. Cabe mencionar que AMLO ya etiquetó la corrupción como una enfermedad que requiere tratamiento similar al de las adicciones.

Si coincidimos en los objetivos, las discusiones deberían centrarse sólo en los métodos para lograrlos, dejando de lado el encono, las divisiones y descalificaciones.

Pero las cosas en torno a la 4T hasta ahora no han sido así. En lugar de escuchar las críticas con madurez y discutir con objetividad alternativas y mejores prácticas, las respuestas del Gobierno y sus simpatizantes son cínicas, burlonas o agresivas, acusando a los críticos y opinadores de los medios de comunicación de ser defensores de privilegios a costa de los más pobres, cómplices de la corrupción y enemigos del cambio. Y mientras los críticos son etiquetados como enemigos del pueblo, los fans de la 4T se consideran a sí mismos paladines de los pobres y de las causas nobles.

Lo que hay que defender son principios y valores que nos hacen ser mejores individuos y mejor sociedad, y no personas, partidos o instituciones que se alejan de ellos, o que en la teoría los sostienen y en la práctica los traicionan. Lo anterior se resume en una sola palabra: congruencia, lo cual no parece ser una fortaleza de AMLO y su 4T.

La crítica fundada y respetuosa, en lugar de incomodar, debe verse como la oportunidad para revisar lo que hacemos, y si los argumentos, conocimientos y experiencias de otros nos hacen ver errores, lo que procede es dejar el orgullo a un lado y corregir el rumbo.

No hacerlo es una tontería que habla de necedades, caprichos o venganzas, o de inconfesables intereses ocultos detrás del discurso.

"Nunca interrumpas a un enemigo cuando está cometiendo un error".

Napoleón Bonaparte