Plagas modernas

Plagas modernas



Cada primavera, como la que dentro de un par de días comienza, cristianos y judíos celebran la Pascua, una fiesta en la que los primeros recuerdan "la última cena" y la muerte del Señor como sacrificio pascual, y los segundos, lo que el libro del Éxodo del Antiguo Testamento narra acerca de las plagas que azotaron a los egipcios y el acontecimiento salvífico en el que el pueblo judío conducido por Moisés es liberado de la esclavitud egipcia, emprendiendo un viaje de 40 años a través del desierto, rumbo a la tierra prometida.

Se trataba de una crisis migratoria similar a las que hoy ocurren a causa de otras formas de esclavitud y miseria humana que provocan éxodos en busca de mejores oportunidades, y por otro lado de epidemias o plagas que siempre han existido, y que hoy según su escala llamamos epidemias o pandemias, dejando el significado de plaga más para casos de animales o insectos que producen daño a plantas y cultivos, a animales domésticos o a determinados materiales y medios naturales.

Ejemplos de "plagas" o epidemias postbíblicas hay muchos: la peste bubónica, la peste negra, el sarampión, la viruela, el cólera, etcétera. Hasta las más modernas, como el SARS, la gripe aviaria, el ébola, las vacas locas, la H1N1, el zika... y ahora el nuevo coronavirus.

Debo aclarar que mi mención a las plagas bíblicas no es para darle explicación divina a la pandemia del coronavirus, y verla como un castigo enviado por Dios para escarmiento de la humanidad, sino para hacer ver que las plagas han existido siempre, que tienen explicaciones científicas y cada vez más rápidas soluciones, las cuales caen en la categoría de las vacunas y no de las oraciones.

Es natural sentir miedo a lo desconocido, y no es fácil entender qué es un virus. En el libro The Invisible Enemy (Oxford University Press), encontré una sencilla y entendible explicación:
 
Los virus no están exactamente vivos. Su estructura no es celular y no pueden sobrevivir durante mucho tiempo sin un hospedador. Se reproducen y evolucionan, pero no respiran, comen ni defecan (como hacen, a su manera, las bacterias).

Su objetivo es introducirse en una célula, a través de ella reproducirse para luego propagarse de distintas maneras, como los estornudos.

La buena noticia es que a los virus no les conviene matar, ni siquiera incapacitar, a su hospedador. Los virus que matan rápidamente están condenados a desaparecer, porque hay pocas posibilidades de que puedan saltar a otro hospedador.

Sin minimizar las muertes que toda enfermedad puede llegar a producir, creo que la psicosis colectiva creada por el uso irresponsable de las redes sociales a través de las cuales se contagian miedos irracionales, información inexacta, incompleta o falsa, causa más daño que el propio coronavirus.

En la antigüedad, los aztecas no se enteraron de la lluvia de fuego y granizo que azotó a los egipcios ("plaga" que podría explicarse con una simple erupción volcánica), como los egipcios no se enteraron de epidemias como la del "cocoliztli" -que en náhuatl significa enfermedad o mal- y que azotó a pueblos indígenas americanos. Tal vez de ahí venga la expresión "ahí viene el coco", utilizada para advertir la llegada de algún ser maligno.

Las generaciones que nos antecedieron sufrieron la falta de antibióticos y avances médicos que hoy calman dolores y alivian enfermedades otrora incurables. Tuvieron miedo a los bombardeos, a los genocidios y a la violación sistemática de derechos humanos y sufrieron las debacles económicas que las guerras militares dejaban a su paso. Si vemos hacia atrás, no hay duda que la humanidad ha avanzado, pero sus guerras y crisis humanitarias no han desaparecido, sólo han tomado forma diferente. Los miedos de hoy, las intensidades emocionales ya no derivan de muertes provocadas por invasiones militares, sino de la violencia entre nosotros mismos, de las crisis económicas o de salud.

Estamos en un estado de guerra mundial diferente con enemigos comunes llamados virus y recesión económica que amenazan la salud, la seguridad y economía globales y que debemos combatir juntos.

De lo único que estoy seguro es que saldremos mejor librados de esta guerra entendiendo por lo menos que si bien no es posible calmar la tormenta, sí es posible calmarnos nosotros frente a ella, resguardarnos y esperar a que pase.

"Ahí viene la plaga... le gusta bailar".

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