Turismo en casa

Turismo en casa



El fin de semana pasado, un grupo de amigos convertidos en turistas locales nos trasladamos al centro de Guadalajara para ver el extraordinario espectáculo de luz y sonido (video mapping) que, en días y horarios determinados, se proyecta sobre la fachada de la Catedral Metropolitana y la del Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe.

Para ir de un lugar a otro, contratamos una calandria con caballo invisible (eléctrica), y la verdad es que la experiencia no cambia. Ya arriba de ella a nadie le importa si la tracción la hace un motor o un animal. Hicimos en nuestra propia ciudad lo que hacemos cuando andamos de turistas en otras partes del mundo.

Es de felicitar al Fideicomiso de Turismo del Área Metropolitana, y a los ayuntamientos que lo integran, por el proyecto denominado "Renovando el Corazón de la Ciudad" que busca (y logra) la reactivación y recuperación de los espacios públicos del Centro Histórico.

Proyectos como éste no sólo captan una mayor afluencia de visitantes con la derrama económica que significa, sino que permiten que los ciudadanos disfrutemos la ciudad y salgamos de las rutinas que las más de las veces nos tienen a todos postrados frente a una televisión.

Y es que eso es precisamente el objetivo de hacer turismo: salir de las rutinas, ponerle freno al ritmo de vida que llevamos, cambiar de ambientes y tener nuevas conversaciones que nos saquen del frenesí y de los agobios de la vida diaria que infligen un desgaste físico y mental y nos vuelven personas aburridas y monotemáticas.

Lo que hace a una persona diferente, interesante y en algunos casos hasta sabia es la suma de sus conocimientos y experiencias, su capacidad de observación y los pensamientos y conversaciones que de ellas surgen.

En cada lugar que visitamos, en cada calle que recorremos o fonda en la que comemos, podemos observar detrás de lo que vemos un universo de actitudes, creencias, costumbres e idiosincrasias, que hacen al mundo ser lo que es, y a nosotros pensar en lo que podemos ser.

Diría que hay turismo para observar y pensar, y turismo para ver sin pensar en nada.

Una anécdota al respecto. Cuando hace varios años visité el famoso Muro de los Lamentos, en Jerusalem, vi que muchas personas metían papelitos entre las piedras. Pregunté qué significaban esos papelitos, y me dijeron que eran notas con deseos o peticiones que los visitantes hacen a Dios.

Yo como el turista observador, crítico y sarcástico que soy, y ante la posibilidad de que Dios tuviera abierto un "departamento de pedidos", decidí poner mi propia nota en una de las grietas del muro. Busqué un papel, y en mi bolsa encontré un voucher de American Express, el cual introduje en una de las grietas del muro pidiendo en voz alta: "Que Dios me lo pague".

Obviamente Dios no me pagó nada (seguramente por irrespetuoso), pero la visita y observación del lugar me dejó ver además de su importancia histórica y significado religioso, lo que la fe en Dios es capaz de producir, como la idea de que una nota depositada en un lugar "sagrado" será leída y atendida por Dios.

El domingo pasado al observar el espectáculo de luz, subirme a una calandria y comerme unos buñuelos del Santuario, ver la limpieza del centro histórico de Guadalajara y la calidad de diseño y mobiliario urbano de sus nuevas plazas y andadores peatonales, pensé y comprobé una vez más que no es necesario viajar lejos, manejar horas o tener que gastar en aviones y hoteles para lograr sensaciones de alegría y asombro o tener experiencias diferentes como las que tenemos al visitar otras ciudades y países. Podemos hacer turismo en casa.

A los malinchistas que valoran más lo ajeno que lo propio y les gusta presumir los lugares que visitan, les diría que Guadalajara en muchos sentidos no les pide nada a otras ciudades del mundo. Y si deciden visitar el Centro sintiéndose elegantes y cosmopolitas como si hubieran ido a París, lo único que tienen que hacer es traducir al francés los nombres de nuestros edificios, comidas y lugares turísticos, y decir que fueron al Santuario Notre Dame de Guadaloupe, que comieron las tradicionales gâteaux y beignets (tortas y buñuelos) o que desayunaron en Saint Jean de Dieu.

Suena más elegante, pero "pied du cochon" es lo mismo que pata de puerco.

"Lo importante no es lo que vemos,
sino lo que pensamos y hacemos
con lo que vemos".

Yo