Mentiras mañaneras



Desde hace tres años hay en México un medio de comunicación electrónico que funciona sin ningún tipo de reglas ni rigor periodístico. Me refiero a las conferencias mañaneras del Presidente.

Todos los días, este medio de comunicación oficial difunde información y noticias sin atender los códigos deontológicos que aplican al periodismo, y que tienen que ver con principios y normas de conducta, con derechos, obligaciones y responsabilidades éticas, y sobre todo con el "respeto a la verdad", lo cual incluye la obligación de rectificar y desmentir la información que resultase falsa.

Lo digo porque, si de mentir se trata, en estas conferencias las mentiras son cosa de todos los días.

De acuerdo con el estudio de la consultora política SPIN, en las 684 conferencias mañaneras que el Presidente ha dado durante sus primeros tres años de gobierno, éste ha emitido 61,079 declaraciones engañosas o afirmaciones falsas (eufemismo utilizado para llamar de otra manera a las mentiras).

Lo anterior quiere decir que cada mañana, el Presidente miente o engaña 89 veces en promedio. Seguramente por eso se ha contagiado ya dos veces del Covid-19, pues en otra de sus "afirmaciones falsas" dijo que "no mentir, no robar y no traicionar, ayuda mucho para que no dé el coronavirus".

Las conferencias mañaneras funcionan como un medio de comunicación electrónico al margen de la ley. Su conductor todos los días difunde información falsa, difama personas y empresas (más bien las lincha) sin que puedan defenderse y sin acceso al derecho de réplica que la ley establece.

Cada profesión tiene sus propios códigos de conducta y ética profesional (deontología) que obligan a quienes la ejercen a responder ante la sociedad con determinados niveles de conocimientos y competencia técnica. Sin embargo, la profesión de político parece no tenerla, o si la tiene, se manipula a conveniencia para evadir las responsabilidades derivadas de todo lo que dicen y hacen.

Si mienten, difaman, dilapidan recursos públicos, destruyen un sistema de salud, si su incompetencia o negligencia causa desabasto de medicinas, la muerte de personas, la destrucción de patrimonios, etcétera, al final no pasa nada, todo cambia para seguir igual.

En la comunicación oficial, el Presidente ejerce lo que llama su derecho a la libertad de expresión sin límite alguno. Su "información" diaria es sólo una fachada ornamental, la escenografía de una obra de teatro llamada Cuarta Transformación, cuyo guión está basado en el cinismo de los actores y el engaño o la resignación de un público deliberadamente dividido en dos: los engañados que aplauden la obra hasta de pie y hacen que sea un éxito de taquilla, y los resignados que lo más que pueden hacer es salirse del teatro prometiendo no volver a comprar un boleto de esa compañía.

Pienso que un político que habla y toma decisiones sin códigos éticos y sin escrúpulos, vive y duerme tranquilo por cualquiera de dos razones: o porque en sus delirios de grandeza está convencido de que el fin justifica los medios, o porque su poder y desvergüenza son tales que le permiten enfrentar su pequeñez moral con sarcasmos, burlas y resentimientos.

Antes (en el periodo neoliberal, como el Presidente llama al pasado reciente), el gobierno decía que los medios manipulaban la verdad. Hoy en México las cosas son al revés: el gobierno es el que manipula la verdad y los medios sólo tratan de revelarla, luchando contra el consejo de Maquiavelo que sin duda el Presidente sigue a pie juntillas: "Un príncipe que quiera lograr grandes cosas debe aprender a engañar".

Para desgracia de la 4T, vivimos en una democracia, por lo que no es tan fácil que el príncipe que vive en el palacio engañe y haga lo que le plazca.

Pero para desgracia de los mexicanos, vivimos en un país en el que el Estado de derecho y los contrapesos políticos son débiles y lo que reina es la corrupción y la impunidad, que permite al gobierno y a sus protegidos hacer prácticamente todo lo que se les ocurra, hasta violar la propia Constitución, si lo juzgan política y electoralmente rentable.

Mientras el público engañado que aplaude la obra de teatro sea mayoría, por más razón y argumentos legales que los demás tengamos, nuestras voces no pasarán de ser pequeñas piedras en los zapatos del Presidente.

"Se puede engañar a parte del pueblo
parte del tiempo, pero no se puede
engañar a todo el pueblo todo el tiempo".

Abraham Lincoln