Así es la vida
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​Hasta el momento en el que escribo este artículo no ha sido aprobada aún la ley que regulará a las Empresas de Redes de Transporte (ERT) mejor conocida como “Ley Uber”, al tiempo que los taxistas tradicionales exigen que las autoridades castiguen a los vehículos privados que ofrecen éste servicio servicio y que se elabore una propuesta “equitativa” al respecto. ​​A los señores diputados que discuten la redacción de la ley con la que se regulará la existencia, operación y crecimiento de las ERT les pregunto: ¿Es equitativo para los ciudadanos impedir la libre empresa y proteger a los grupos que controlan el negocio de taxis y que prestan un servicio de muy baja calidad?

​Si los taxistas exigen protección y reclaman la entrada al mercado de empresas como Uber, los ciudadanos reclamamos nuestro derecho a elegir el servicio de transporte que mejor cumpla nuestras expectativas y mejor balance entre calidad y precio tenga.

​ Es inadmisible la protección que buscan los taxistas. Es como si un gremio profesional o empresarial, le pide al gobierno que impida la llegada de nuevas empresas que entran a competir por un mismo mercado; o que impida la graduación de nuevos profesionistas para que no se conviertan en competencia de los viejos doctores, arquitectos, abogados, etc.

​Lo que los taxistas quieren no es equidad, lo que quieren es continuar operando sin competencia en una modalidad de transporte que funciona como un monopolio en el que los únicos perjudicados somos los usuarios. ​

​Impedir el desarrollo y crecimiento de las ERT es negar el derecho que tenemos los ciudadanos a establecer negociaciones mercantiles entre particulares, y los principios de la libre empresa que supuestamente rigen este país.

​Cabe hacer notar además que la enorme mayoría de los usuarios de las ERT no somos clientes regulares de los taxistas tradicionales. Por lo que el perjuicio que alegan no es tal. Como dato, el 60% de los clientes de Uber dice que no ha utilizado un taxi en los últimos tres años.

​Guste o no a algunos, las ERT son la alternativa de transporte público para todos los que nunca utilizamos otro medio de transporte que no sea el de un automóvil particular.

​Si las ERT llegan a convertirse en el medio de transporte mas eficiente de todos, como estoy seguro que tarde o temprano ocurrirá, la cantidad de autos particulares en circulación disminuirá dramáticamente. Lo cual es un bien mucho mayor al mal que se le puede causar a los grupos de taxistas tradicionales o a las fábricas y distribuidores de automóviles que verían una reducción en la demanda de autos de uso privado.

​Pero así es la vida: los sastres se volvieron obsoletos con la llegada de los trajes hechos, empresas como Kodak desaparecieron debido a la fotografía digital, las Enciclopedias sucumbieron frente a Google, los periódicos impresos sufren hoy por el Internet, y así cientos de profesiones, empresas y negocios otrora exitosos y rentables han desaparecido o se han visto obligados a transformarse y evolucionar a fin de sostenerse.

​Por lo anterior, es un absurdo que las autoridades legislen a contracorriente limitando el desarrollo de las ERT en aras de proteger un negocio que fue superado ya ampliamente por la tecnología.

​Las ERT deben estar reguladas como se regula cualquier servicio que se presta al público, a fin de que este sea seguro, con ciertos estándares mínimos de calidad, y paguen los impuestos que les corresponda, pero en ningún caso se puede limitar su crecimiento y desarrollo, poner reglas distintas a los competidores, o controlar tarifas para impedir que éstas se abaraten en beneficio del público.

​Si a raíz de las ERT las placas y concesiones de taxi perdieron su valor, esa inversión debe ser vista de la misma manera como se ve en una empresa la compra de una maquinaria que en el tiempo se volvió obsoleta. En los negocios esto se llama amortización de las inversiones o pérdidas.

​Repito, así es la vida económica, nadie tiene garantizado para siempre la viabilidad de sus negocios, y nadie puede pensar que sus productos y servicios son perfectos e inmejorables.

​Aceptémoslo, la idea de Uber fue genial, y la necesidad de contar con un vehículo propio ha sido tambaleada.

“El progreso es imposible sin cambio”. G. Bernard Shaw.

 

 

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