Hecho a máquina
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Las máquinas le han quitado valor a lo hecho a mano, a lo artesanal, al trabajo humano, al hombre. Y la razón es que el resultado de las cosas hechas "a máquina" y de los procesos industriales son predecibles, podríamos decir que "perfectos" si por perfección entendemos algo que en su clase, y con los avances más modernos de la tecnología, tiene los menores defectos posibles, falla lo menos posible. En otras palabras, la versión menos "imperfecta" de todas. A diferencia de los procesos industriales o productos fabricados "en serie", los procesos artesanales no requieren tecnologías sofisticadas sino máquinas y herramientas sencillas, por lo que los resultados dependen de la destreza, habilidad y experiencia de los propios artesanos, quienes con el apoyo de ayudantes o aprendices imprimen el sello personal de sus técnicas y procedimientos a las cosas que ellos mismos diseñan y fabrican. No obstante el enorme esfuerzo y talento que se requiere para hacer bien algo a mano, nadie, por más hábil que sea, podrá producir ni garantizar calidades constantes en los volúmenes que los grandes compradores y comercializadores del mundo requieren. Pero esa calidad y uniformidad que sólo las máquinas son capaces de lograr hacen que los productos fabricados en serie no tengan "alma". Son hechos a máquina. Las pequeñas y muchas veces imperceptibles imperfecciones de las cosas bien-hechas a mano reflejan el tiempo, ingenio y destreza necesarias para hacerlas una por una. Tienen la huella y espíritu del hombre en su permanente búsqueda de la excelencia, que no es lo mismo que el desalmado e insensible perfeccionismo robótico, porque la excelencia es algo distinto y por encima de la perfección. Entiendo por supuesto que la fabricación de grandes volúmenes y el adecuado funcionamiento de ciertos productos sólo es posible con tecnologías, procedimientos y maquinaria sofisticada capaz de lograr precisiones y consistencias imposibles para los humanos. Pero en un mundo habitado por más de siete mil millones de personas que requieren empleos para su subsistencia, la utilización de maquinaria debe tener límites. No se requieren máquinas sofisticadas ni robots para producir muchos de los productos que consumimos. Cada industria, según su tipo y volúmenes de producción, debería tener un porcentaje predeterminado y obligado de participación humana. Así como se han hecho productos amigables para el medio ambiente, deberían hacerse productos amigables para la especie humana. Como siempre hay razones económicas y legales detrás de las decisiones laborales, los incentivos para que las industrias contraten más personas y utilicen menos máquinas pueden encontrarse en los impuestos, contribuciones e incentivos alrededor de los salarios. Mientras mayor sea la proporción de mano de obra de una empresa, mayores debieran ser los incentivos para ellas. Una fábrica de productos artesanales (hechos a mano) debiera pagar menos impuestos y tener más incentivos que una totalmente robotizada. Lo que digo es que hay que alinear los impuestos e incentivos al lado humano y social de las empresas, porque hasta ahora, los impuestos se calculan y pagan con base en los beneficios económicos obtenidos y poco o nada tienen que ver con la derrama de beneficios sociales. Es otra lógica de impuestos y regulaciones la que logrará mejorar las condiciones de vida de países como el nuestro, en el que la creación de empleos y el uso extensivo de mano de obra es clave para combatir la pobreza existente. Dejemos a las máquinas el trabajo de hacer cosas "perfectas", sin alma y sin conciencia social. Que sean ellas las que fabriquen las piezas que no pueden ni deben fallar en una computadora, en un avión o en un quirófano. Y para todos aquellos productos que admiten tolerancias y márgenes de error humanos, invirtamos en personas, en lugar de invertir maquinarias que además tienen un promedio de vida menor que los humanos. Pugnemos por perfeccionar a las personas mas que a las cosas, pues en el camino que vamos lo único que estamos logrando son teléfonos perfectamente construidos para una sociedad perfectamente destruida. "La consecuencia de inventar máquinas, es que el hombre será devorado por ellas". Julio Verne