Historias nuevas que contar
Hace unos días tuve la oportunidad de visitar la isla de Sicilia, Italia, y ahí, las pequeñas poblaciones de Taormina y Savoca, esta última el burgo medieval elegido por el famoso director de cine, Francis Ford Coppola, como set de la famosa película El Padrino.
Luego de una buena caminata bajo el sol por las sinuosas calles del pueblo, me senté a descansar en una pequeña plaza localizada en la parte alta de la montaña, con impresionantes vistas al mar mediterráneo y directamente enfrente de la casa donde se filmó la boda de la hija de Don Corleone.
Mientras disfrutaba un "granité" de naranja (en México les llamamos raspados) bajo la sombra de dos enormes ficus que cubrían la plaza entera, recordaba algunas de las escenas que en ese mismo lugar fueron filmadas y que una y otra vez mostraban las traiciones y ajustes de cuentas entre mafiosos.
Cuentan los locales que, no obstante que en la vida real la sede de la mafia italiana es (¿o era?) Palermo, Coppola decidió filmar la película en Messina porque mafiosos le pidieron dinero para permitir filmar en Palermo. En otras palabras, pretendieron "cobrarle piso".
Y así, mientras descansaba en ese apacible lugar de la costa mediterránea, mi mente mezclaba las ficciones del cine con hechos violentos recientes que han ocurrido en México y en otras partes del mundo y que poco a poco han ido construyendo una nueva y confusa realidad, en la que todos desconfiamos y sospechamos de todos. La bíblica conseja de "amaos los unos a los otros" se transformó en "desconfiad los unos de los otros".
Por eso los niños ya no salen solos a la calle, construimos muros cada vez mas altos, y viajamos en calidad de presuntos narcotraficantes o terroristas, y estoy convencido que el cine, la televisión, y muy en especial los videojuegos, han sido factor esencial de las nuevas conductas sociales, en especial de las conductas violentas.
Si una sola película (Tiburón) fue capaz de infundir miedo a nadar en el mar a millones de personas, la violencia de realismo extremo y la creatividad criminal mostrada en miles de películas y videojuegos, además de dar malas ideas a delincuentes, fanáticos y psicópatas, han insensibilizado a la sociedad en cuanto al dolor y sufrimiento humano se refiere, creando una nueva cultura que presenta a la violencia, la corrupción y la tortura como medios efectivos para el logro de objetivos, y a la venganza como el mejor método de impartición de justicia.
En las historias que hace apenas unas décadas se escribían, contaban o filmaban, ningún criminal triunfaba y en todas se distinguía sin ambigüedad el bien del mal. Hoy no se sabe bien si "El Señor de los Cielos" o "El Chapo" son héroes que admirar o asesinos que odiar, y la única heroína que se conoce es la inyectable.
Las historias blancas dejaron de ser exitosas. La obscuridad se ha adueñado de la taquilla.
Si queremos cambiar a la sociedad, tenemos que cambiar las historias que contamos y los juegos que jugamos.
Tal vez parezca iluso que la juventud actual se interese en una historia de amor, de honor, de valores cívicos, humanos y éticos, pero eso es lo que necesitamos hacer para reconstruir ("resetear" dirían hoy) el "mindset" de la época, y poder alimentarlo con nuevos contenidos. Contenidos nobles, éticos y respetuosos de las leyes que se establezcan en la sociedad como el único método válido para alcanzar éxitos y ganarse respeto, fama o fortuna.
Tal vez suene tonto, pero lo malo debe regresar a ser malo y lo bueno a ser bueno, porque lo que tiene de cabeza al mundo es que las cosas están exactamente al revés: el malo manda y el bueno obedece; el noble es tonto y el malvado listo; el honesto fracasa y el tramposo triunfa.
El cine, la televisión, los videojuegos y las redes sociales son los medios más poderosos que tenemos para producir un cambio social, y así como creo que éstos han sido parte importante del problema de la violencia y crisis de valores actual, también creo que pueden y deben ser parte de la solución, produciendo y repitiendo hasta el cansancio historias de alto contenido ético, humano y cívico para el consumo y cambio de actitud de las nuevas generaciones.
"Los mendigos (sin acento) se deben a los méndigos (con acento)".
Yo