Hoy no se fía.
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Cada vez que veo jóvenes y adolecentes en tiendas, restaurantes, bares y destinos turísticos, gastando y comprando todo lo que les viene en gana sin preocupación alguna por los precios de las cosas o por el importe final de las cuentas, y son capaces de gastarse en una noche de juerga miles o decenas de miles de pesos, me pregunto ¿como le hacen? ¿de dónde sacan para pagar todo eso?Tiempo atrás, la vida en cuanto a gasto cotidiano y presupuestos disponibles para lujos y diversión se refiere, era mucho mas limitada y ordenada, aún para los jóvenes provenientes de familias adineradas.

La sed que sentíamos en la calle se saciaba tomando agua de la llave o de una manguera, los antojos de comida y golosinas dependían de los billetes o monedas que trajéramos en la bolsa, y que por lo general eran pocos, y si acaso salíamos a algún bar o restaurante, antes de ordenar cualquier cosa, había que sacar cuentas para ver hasta donde nos alcanzaba.

El peso diario que a algunos nos daban para ir a la escuela había que administrarlo bien y sacarle el mejor jugo posible: 60 centavos eran para comprar algo de comer en el recreo,-normalmente era un lonche que sabía “a gloria”- y los restantes 40 centavos eran para el camión de regreso.

A la salida, la salivación producida al ver las jícamas con chile del carrito que se apostaba todos los días afuera del colegio, nos obligaba a tomar decisiones financieras: gastarse los 40 centavos del camión en la mitad de una jícama cortada en forma de estrella e irse a pie a la casa; aguantarse las ganas y seguir de frente, saboreando mentalmente los inalcanzables pepinos y mangos del carrito; o tomar la opción intermedia que consistía en comprar una rebanada de jícama mucho mas delgada, casi transparente y que valía solo 15 centavos, y esperar el camión “de 25” (centavos), que si bien era mas barato, tardaba mucho mas tiempo en pasar.

Adecuar la vida a los alcances de ese peso diario y del famoso “domingo” que cada semana nos daban, era una invaluable experiencia educativa de economía familiar, de administración de recursos y autocontrol. No se si todavía se acostumbre dar “domingos” pero supongo que al menos para los adolescentes es una costumbre en vías de extinción.

¿Cual es la causa, que es lo que desordenó y provocó esta vida de desbarajustes económicos, sin límites, de lujos tontos, despilfarros y alardes de riqueza en jóvenes adolescentes y padres de familia de las últimas generaciones?

La respuesta para mi es obvia y se llama: tarjetas de crédito.

Ese peligroso instrumento financiero que permite gastar lo que no se tiene, disfrutar lo que no se debe y desaparecer artificialmente los problemas económicos del momento, solo para que un par de semanas después aparezcan de nuevo y acrecentados.

Cuando el dinero en efectivo era la única manera de pagar las cosas, la vida se ajustaba automáticamente a la situación económica personal y familiar.

No nos damos cuenta que utilizar una tarjeta de crédito equivale a pedir prestado, a comprar fiado, como se decía antes. Los letreros de “Hoy no se fía, mañana sí” que se veían en infinidad de comercios, se sustituyeron por letreros de “Solicite su crédito”.

Me parece importante recuperar las sanas y elementales prácticas económicas de antaño que se basaban en no gastar mas de lo que se ganaba, en el ahorro por encima del despilfarro, y en la dignidad y tranquilidad que se logra cuando el nivel de vida que llevamos es acorde a nuestra realidad económica.

Si somos niños, ajustando los lloros, al tamaño de nuestro “domingo”, y si se es joven o adulto, ajustando los deseos al dinero disponible o a los ingresos que seamos capaces de generar.

Debemos entender que es vergonzoso vivir “de fiado”, y que pagar con una tarjeta de crédito cuyo saldo no podamos liquidar en el momento que nos llegue la cuenta, es precisamente eso, vivir “de fiado”. Es decirle al vendedor de la tienda, al mesero del restaurante y al banco emisor de las tarjetas: no tengo para pagar, préstenme.

Lo malo para todos, deudores y acreedores, es que las autorizaciones de crédito al consumo, se basan en un futuro cada vez mas incierto y que ha sido hipotecado varias veces en favor de la banalidad, la ostentación y la competencia social.

“Las tarjetas bancarias evitan el uso de efectivo, pero no suplen su inexistencia”. Yo.

 

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