Los buenos y los malos
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Los ciudadanos y políticos normalmente se presentan como dos grupos diferentes. Los primeros se autodefinen y ubican del lado de “los buenos” y a los segundos invariablemente los identifican y ubican del lado de “los malos”, lo cual es una falacia.

Quienes hacen esta dicotomía social como si se tratara de “clubes” exclusivos de la decencia o la indecencia, no se dan cuenta que en el momento  que un ciudadano decide participar en política, se convierte en político, y eso de ninguna manera significa que cambió de “bando”, como tampoco un funcionario público que se retira de la política, por ese solo hecho se convierte en ciudadano honorable.

La verdad es que ni todos los ciudadanos son buenos ni todos los políticos son malos por definición. En ambos grupos hay de todo: honestos y corruptos, capaces e ineptos, personas íntegras, miserables y sinvergüenzas, aunque hay que reconocer que en cuanto a canalladas se refiere, los políticos llevan la delantera. 

Por el otro lado, así como los ciudadanos desconfían de los políticos supongo que para los políticos un ciudadano que incursiona en sus espacios y además les gana una elección, será visto siempre con desconfianza, como un “Caballo de Troya” que con astucia penetró en territorio enemigo; como un “virus” o “software maligno” que accede a la maquinaria de la política para destruir programas instalados; como un “infiltrado” cuya misión es transformar desde las entrañas del poder la manera de gobernar y de administrar los recursos públicos; o como una especie de espía que opera al descubierto.

Ahora bien, los grupos ciudadanos que se organizan para apoyar una candidatura independiente tampoco se dan cuenta que aunque no se autodefinan como un partido político, de hecho lo son, y lo único que les faltaría para serlo de derecho,  es cumplir los requerimientos de ley para ser reconocidos como tal.

Son partidos políticos porque hacen exactamente lo que los partidos políticos hacen: elaboran propuestas y planes de gobierno, designan, financian  y apoyan  a sus candidatos para que ganen una elección y lleve acabo sus planes de gobierno.

Hacer política es hacerse político. Y los políticos nos son malos por definición. 

Quien cree que el mundo se etiqueta, cataloga o divide siempre en grupos (buenos y malos, cristianos y judíos, ricos y pobres, etc.) o que las cosas siempre son blancas o negras comete el error y la injusticia que hay detrás de todas las generalizaciones.

En cada grupo o categoría en las que injustamente dividamos al mundo, siempre habrá personas buenas y malas.

Por eso no hay que creer en las masas, en lo que hay que creer es en el individuo.

La historia esta repleta de grupos, partidos, organizaciones y naciones involucradas en conductas inmorales y horrendas, normalmente al mando de un líder tóxico. Sin embargo para que un líder tóxico sea capaz de lograr sus objetivos requiere forzosamente de seguidores. Sin seguidores, los grandes males y la destrucción del mundo que hemos visto no serían posibles.

El hecho de pertenecer a cierto “grupo” no implica obediencia ciega, y menos cuando las peticiones del liderazgo son deshonestas o lesivas.

Craig Johnson, un profesor de ética de la Universidad George Fox de Oregon, propone los siguientes cuestionamientos que todos, particularmente los nuevos ciudadanos-políticos independientes, debiéramos hacernos cada vez que alguien nos alienta a unirnos a “al lado oscuro” de la vida:

¿Lo que hablo esconde lo que realmente esta ocurriendo?; Con quien me comparo y si esa comparación es para justificar mi comportamiento;

¿Justifico el daño que hago culpando a otros o a las víctimas?

Nadie estamos obligados a pertenecer a un determinado grupo o bando. No estamos obligados a definir si somos de Izquierda, Derecha o Centro, a escoger una determinada religión, o a escoger un equipo de futbol.Podemos vivir sin etiquetas y sin clasificaciones sociales, políticas o religiosas. Podemos ser libres. La única lealtad que debe existir es a un principio que se ubica en el lado luminoso de la vida, en donde habitan los valores del amor y el bien común y que es: hacer a los demás lo que queremos para nosotros. 

 “Es absurdo dividir a las personas en buenos y malos. Las personas son encantadoras o tediosas” Oscar Wilde.