La forma no es fondo

 

 

Las modificaciones que se hicieron al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) no debieron propiciar el cambio de nombre de este acuerdo por el impronunciable USMCA (United States Mexico Canada Agreement).

Debió continuar con su mismo nombre, ya que su esencia y objetivos continúan siendo los mismos, y lo único que se hizo fue adecuarlo a las nuevas circunstancias políticas y económicas de los tres países involucrados luego de haber transcurrido un cuarto de siglo desde su firma (diciembre de 1992) y entrada en vigor (enero de 1994).

El nombre NAFTA / TLCAN pertenece a la historia y prestigios políticos -o desprestigios según se quiera ver- de los presidentes que lo negociaron y firmaron (Bush, Mulroney y Salinas de Gortari) y como para un personaje como Trump la necesidad de reconocimientos y adjudicación de medallas es inevitable, los cambios acordados a ciertas partes del TLCAN había que hacerlas ver como un tratado comercial completamente nuevo y diferente al anterior, para lo cual el cambio de nombre es fundamental.

Nuevo nombre, logro propio; mismo nombre, logro ajeno, debió haber pensado Trump.

Curiosamente un acrónimo de este "nuevo tratado" hecho con los apellidos de los presidentes firmantes sería nada menos que TRUMP (Tratado Trudeau-Trump-Peña).

Sin embargo el nuevo acrónimo elegido USMCA es una impronunciable cacofonía, y habrá que encontrarle uno mejor. Hay ya una propuesta para llamarle AMEC (Acuerdo México Estados Unidos Canadá) que funciona, pero el acrónimo que mejor refleja el humor mexicano es el que una amiga mía sugirió: MECAE (México Canadá Estados Unidos) y "me cae" que cualquiera es mejor que USMCA.

Algo similar va a ocurrir con la "cancelación de la reforma educativa" que la nueva administración de AMLO pretende hacer y de la cual han dicho "no quedará ni una coma", porque pésele a quien le pese, de la "mal llamada reforma educativa" (como AMLO la ha mal llamado) muchas cosas deberán permanecer aunque sea con ajustes, como sería la evaluación y formación de docentes, la autonomía del INEE, el ingreso través de concursos abiertos y transparentes, el combate a la corrupción relacionado con la venta, renta y herencia de plazas, el nuevo programa educativo, el aumento de salarios con base en esfuerzo y mérito, etcétera. Obviamente algunas cosas habrán de modificarse, para tomar en cuenta ciertas sensibilidades y eliminar el estigma que se le colgó al magisterio de ser responsables únicos del fracaso educativo, pero de lo que estoy seguro es que a la reforma educativa le quedará mucho más que una coma y cambiará de nombre para así "cumplir" la promesa de tirarla abajo.

Cambiarle el nombre a las cosas no cambia las cosas. Lo único que cambia son las percepciones y el prestigio que los políticos buscan para pasar a la posteridad adjudicándose la paternidad de ciertas leyes, reformas o tratados.

Para Trump, NAFTA es un acuerdo de paternidad ajena, y el USMCA, "el mejor tratado de libre comercio jamás firmado", es de su autoría.

Para AMLO la mal llamada reforma educativa pertenece a Peña, y la verdadera reforma educativa (o como decidan llamarle) le pertenecerá a él y a la Cuarta Transformación de México con la que busca pasar a la historia.

Para los políticos los nombres, las percepciones y los símbolos, esas formas de exteriorizar un pensamiento o idea importan más que el fondo (por algo dicen que "en política la forma es fondo") y mientras más alejada esté la realidad de la percepción, mejor para ellos, pues siempre será más fácil vender y comprar sueños que realidades.

Pero para los que lidiamos a diario con las realidades y no con las percepciones, los nombres de las cosas son irrelevantes. El TLCAN modificado en algunas partes y con otro nombre seguirá siendo un Tratado de Libre Comercio de América del Norte. Así nació y así seguirá siendo.

Por hacer una analogía, es como si una mujer se somete a una cirugía para cambiarse algunas "cosas" y sale del hospital con otro nombre (si así fuera ya no conoceríamos a nadie).

Llámese como se llame, modifíquese lo que se modifique, al final el USMCA y en su momento la nueva reforma educativa serán la misma gata revolcada, porque en la práctica la forma nunca será fondo.

"Las percepciones ganan los votos que las realidades quitan".

Yo