Cunace
Dicen que una crítica es válida sólo cuando es seguida por una propuesta.
Por ello luego de criticar al desdén que los mexicanos en general mostramos hacia las leyes y reglamentos vigentes y a los comportamientos cívicos y éticos más básicos, hace dos semanas en este mismo espacio hice una propuesta de tipo correctivo: crear la figura de Diputados Civiles Protegidos (http://n9.cl/N48p).
La propuesta que hoy hago es de tipo preventivo, de fondo diría yo, y que si bien sus efectos serían visibles en el mediano plazo, éstos serían de carácter permanente.
Para entrar al tema comienzo preguntando: ¿Algún día podremos los mexicanos, en general, conducirnos con respeto, orden, civilidad y honestidad?
Los ciudadanos que nos preciamos de tener comportamientos cívico-éticos -incluyendo los más elementales, como no meterse delante de una cola o en sentido contrario en una calle aunque ello represente cierta espera o rodeo- lo hacemos por convicción y no porque alguien nos vigile o porque tengamos miedo a las hasta hoy irrelevantes consecuencias de que alguien "nos cache" o se atreva a denunciarnos.
Sin embargo, la mayoría no es así. Las convicciones cívico-éticas sólo pueden venir de la educación y su principal emanación: el autocontrol, esa capacidad para dominar las propias emociones, los instintos, pensamientos y deseos.
Y como la educación en estas materias es prácticamente nula, el autocontrol es una habilidad cada vez más rara de encontrar, es que la sociedad funciona sólo ante la presencia amenazante y disuasiva de policías, con multas y castigos o con el uso de la fuerza pública.
El único camino para lograr que una sociedad se autocontrole y autorregule es el de la educación.
Dicho lo anterior, y ante la amenaza de que a la reforma educativa no le dejarán "ni una coma", lo que le propongo al próximo Secretario de Educación Pública, Esteban Moctezuma, es el establecimiento de un Curso Nacional de Civismo y Ética obligatorio para todos los mexicanos -incluyendo a los padres de familia, cuyo mal ejemplo trasciende a las nuevas generaciones-, de manera que el cien por ciento de la población entendamos las ventajas que el País y la sociedad tienen cuando nos conducimos de manera legal, cívica y ética.
El acrónimo de este Curso Nacional de Civismo y Ética (Cunace) curiosamente hace referencia a que éstos comportamientos se deben inculcar desde la cuna, desde que se nace.
El Cunace consistiría entre otras cosas de enseñanzas y experiencias prácticas que hagan ver la conveniencia de ser honestos, de hablar con la verdad, de pagar impuestos, de respetar las leyes, de brindar productos y servicios de calidad, así como las consecuencias de no hacerlo.
La culminación del curso sería la firma de un contrato social que todos suscriban, y que en una ceremonia de graduación cívica -hijos frente a sus padres y padres frente a sus hijos- protesten el compromiso de ser ciudadanos y personas ejemplares, y en caso de incumplimiento, que la sociedad y la familia se los demande.
El certificado del Cunace debería ser un requisito social para la obtención de empleo y acceso a universidades (lo digo porque dadas las circunstancias creo más importante aprender conductas cívico-éticas que aprender, por ejemplo, que el Tratado de Guadalupe Hidalgo se firmó en 1848).
Educando primero en lo que importa y sirve a todos, y luego en lo que importa y sirve a otros fines, lograríamos rápidamente establecer una cultura cívica y un régimen de consecuencias que reduciría significativamente la corrupción y la impunidad, cuyo combate se ha emprendido en el área y con las armas equivocadas.
Combatir estos males con auditores y policías es atacar las consecuencias y no la causa. La causa es la falta de educación y conciencia cívica, la consecuencia es la corrupción y la impunidad; el campo de batalla es el de la educación no el judicial o fiscal; y las armas a utilizar -que son de uso exclusivo del ejército social que conformamos todos- son los escrúpulos, eso que nos hace dudar si algo es bueno o malo, si obliga o no obliga y que luego nos trae inquieto y desasosegado el ánimo.
"Es mejor dar buenos ejemplos
que seguirlos".
Yo