El “Talón de México”
En la mitología griega, Aquiles fue un héroe de la Guerra de Troya. Era nieto de Éaco e hijo de Peleo y de Tetis.
En la mitología mexicana moderna, el Chapo es el héroe de la Guerra de Narcos, y en esa pelea le dio a Nieto en la “Tetis”.
Aquiles era llamado “el de los pies ligeros”, ya que se le consideraba el más veloz de los hombres. El Chapo ha demostrado ser también de pies ligeros y el mas veloz de los presos.
Aquiles era invulnerable en todo su cuerpo salvo en su talón, siendo la única zona en la que podía ser herido, y en la trilogía Aquileida se cuenta que Paris mató a Aquiles clavándole una flecha envenenada en el talón.
En la trilogía del Chapo (tres veces ha escapado), mientras Nieto iba a París, le clavan un pico a México en su “Talón de Aquiles”: la corrupción. Porque hablar del “Chapo” no es hablar de un capo del narcotráfico, sino de una penosa parte de la historia moderna de México en la que la corrupción es protagonista y causa de nuestra endeble situación.
De nada sirve denunciar, perseguir y aprehender delincuentes, si con unos billetes salen impunes. De nada sirve instalar en una prisión 750 cámaras y un Radar de Penetración Terrestre y Tomografía Eléctrica de Resistividad para localizar elementos anómalos a profundidad, tales como túneles, si los responsables de operar estos equipos por unos cuantos pesos, miran a otro lado, las apagan o no reportan sus hallazgos. De nada sirve un penal de alta seguridad con baja moral.
Las leyes existen, pero la corrupción impide materializar su espíritu, y me niego a aceptarla como parte de nuestra cultura.
Stephen Morris la definió muy bien: “es el uso legítimo del poder público para beneficio privado”. En un artículo que leí al respecto, Jonathan Cervantes enumera algunas de las profundas consecuencias de la corrupción de una manera muy ilustrativa, y que van mucho mas allá de los beneficios inmediatos que brinda a quienes participan de ella en la vida cotidiana y con los que normalmente la asociamos, como serían las famosas “mordidas”, la violación sistemática de leyes y reglamentos, la obtención de todo tipo de beneficios ilegales, la evasión de responsabilidades, etc.:
1. La corrupción favorece la consolidación de élites y burocracias políticas y económicas. 2. Erosiona la credibilidad y legitimidad de los gobiernos. 3. Reproduce una concepción patrimonialista del poder. 4. Reduce los ingresos fiscales e impide que los escasos recursos públicos coadyuven al desarrollo y bienestar social. 5. Permite la aprobación y operación de leyes, programas y políticas, sin sustento o legitimidad popular. y 6. Revitaliza una cultura de la corrupción y contribuye a su proliferación.
Mas claro ni el agua.
¿Cómo combatir este mal endémico? ¿Como hacer invulnerables nuestros expuestos “talones mexicanos”?
Las únicas armas que encuentro y que son de uso exclusivo del ejército social que conformamos todos, son los escrúpulos. Eso que nos hace dudar si algo es bueno o malo, si obliga o no obliga y que luego nos trae inquieto y desasosegado el ánimo.
Seríamos invulnerables como Tetis quiso hacer a Aquiles, y callaríamos las bocas (trompas) de los Trumps del mundo si nos sumergimos por completo, talones incluidos, en el mar de los escrúpulos, en los ríos de los principios; si inundamos Tenochtitlán con las aguas de la ética, la moral y el civismo.
En "La leyenda del quinto sol" de la mitología mexicana, cuando en el principio, todo era negro, sin vida, muerto, los Dioses se reunieron en Teotihuacán planteándose la cuestión de quién tendría la carga de crear al mundo.
Reúnanse pues los “Dioses” del México actual, sus gobernantes, y asuman la responsabilidad de crear un país moderno, darle vida y sacarlo de la oscuridad. Porque no hay de otra, y no le demos vuelta: La corrupción es nuestro “talón de Aquiles”. Y o nos rebelamos todos contra ella, al unísono y de una vez por todas, o las historias del Chapo, y todas las historias de terror que se derivan de ella y que a diario nos enteramos o nos toca sufrir en carne propia, serán parte de nuestras vidas por los siglos de los siglos, amén.
“Estos son mis principios, y si no les gustan tengo otros”. Groucho Marx