Los niños tienen derechos

 

Para Valentina

En un incidente ocurrido la semana pasada durante mis vacaciones familiares, la reacción de mi nieta de 12 años se convirtió para la gerencia y parte del personal del hotel donde nos hospedamos en un improvisado curso acerca de los derechos de los niños.

Escribo al respecto porque me di cuenta que cuando en un hotel, en un destino turístico o en cualquier lugar público, un niño es agredido por un adulto, nadie sabe exactamente qué hacer o hasta dónde puede o debe intervenir.

No hay (y si los hay, nadie los conoce y aplica) protocolos de actuación establecidos por las operadoras hoteleras para situaciones en las que la integridad física o psicológica de menores se ve amenazada. Protocolos que debieran formar parte de los manuales de operación, capacitación y obligaciones de directivos y empleados de los hoteles y en coordinación con las autoridades de los destinos turísticos del país.
Esto es lo que sucedió y fue confirmado tanto por los menores como adultos presentes:

Mis nietas jugaban tranquilamente en el Kids Club del hotel cuando la mayor de ellas (de tan sólo 12 años) vio cómo en el baño del lugar una señora norteamericana aventó a su pequeña hija contra el piso exigiéndole a gritos que recogiera algo que la niña había tirado.

Mi nieta, quien se distingue por su sensibilidad y sentido de justicia, enfrentó a la mamá diciéndole que no debía tratar así a su hija, que le estaba haciendo daño.

Molesta por el reclamo de una niña, empezó a gritarle también, vociferando a todos los presentes que tenía una "big mouth" y "something wrong in her head".

Los insultos y agresividad de la señora provocaron, además de más llantos, la tardía intervención de las encargadas del lugar a las que la energúmena mamá también agredió verbalmente, alegando mientras se retiraba que ella podía educar a su hija como quisiera.

Momentos después mi nuera, quien había sido alertada de la situación, llegó al lugar.

Una vez enterada de lo ocurrido y luego de hablar con las encargadas del lugar, llamaron al gerente para determinar qué hacer al respecto.

El gerente, pensando que así podría terminarse el asunto, ofreció disculpas por el incidente, pero mi nuera (quien además de ser mamá es abogada en Estados Unidos y México) les explicó a todos que si bien un padre o madre puede educar a sus hijos como mejor crea conveniente, los niños tienen derechos que los protegen, y nadie, ni siquiera sus padres, pueden maltratarlos; que la violencia verbal o física de menores no debe pasar desapercibida, y que la agresora debía recibir, cuando menos, algún tipo de amonestación.

Reconociendo que a pesar de que el hotel y sus empleados no tenían culpa de lo ocurrido, sí tenían la responsabilidad de velar por la integridad y derechos de los niños, por lo que acordaron que la gerencia enviara a la agresiva huésped una carta de advertencia, diciéndole que al margen de la forma de educar, los niños tienen derechos que los protegen, que la administración del hotel no tolera el maltrato verbal o físico a menores, y que si un incidente similar volvía a ocurrir, se verían en la necesidad de echarla del hotel y denunciarla ante las autoridades por maltrato infantil.

No sé si finalmente le hicieron o no la advertencia a la señora, pero lo que sí me consta y agradezco es que a mi nieta le enviaron unas flores con una amable nota firmada por el director del hotel, reconociendo su valentía para enfrentar la situación y defender a una niña que, por la razón que fuere, estaba siendo maltratada.

En este año que recién comienza y cuando son momentos de propósitos y buenos deseos para todos, sirva este incidente para proponernos hacer conciencia de que la única manera de proteger los derechos de todos es alzando la voz cada vez que alguien los viole, y cada vez que alguien pretenda agredirnos, dividirnos o confrontarnos, sea una mamá, sea un vecino, un policía, o el mismísimo Presidente de la República.

Deseo y propongo que alcemos la voz inclusive cuando el derecho violentado sea el de nuestros adversarios, sabedores de que lo que hoy le hacen a unos mañana nos lo podrían hacer a nosotros.

Deseo y propongo fijarnos más en aquello que nos une y en lo que cada uno de nosotros, desde sus propias circunstancias, conocimientos y experiencias podemos aportar para el bien común.

"Si el silencio nos hace cómplices, la denuncia nos hace justos".

Yo