Un día sin iPad

 

El uso excesivo de teléfonos celulares, televisiones y iPads en los niños se ha convertido en un problema, y cada quien, a su manera, busca formas para controlar su uso y lograr momentos de convivencia y entretenimiento sin la presencia de estos aparatos.

Les comparto aquí una positiva y exitosa experiencia al respecto.

El fin de semana pasado, en el que una de mis consuegras tuvo a su cuidado a dos de nuestras pequeñas nietas, les propuso pasar "un día sin iPad", realizando durante todo el día juegos y actividades que no requirieran la utilización de aparato electrónico alguno.
Suena fácil, pero lograrlo requiere creatividad, dedicación y paciencia. Durante ese día nos mandaba fotografías de lo que hacían: en unas aparecían con disfraces, en otras armando rompecabezas, en otras pintando, bailando, haciendo una obra de teatro, etcétera. El mensaje triunfal al final del día, cuando ya se habían dormido las niñas, fue: ¡Prueba superada!

Hacer que un niño acostumbrado a entretenerse todos los días con aparatos electrónicos se divierta, concentre y juegue con otras cosas, es como pedirle a un alcohólico que pase un día sin beber. Al principio hay resistencias e irritabilidad, pero conforme pasa el tiempo y la mente se ocupa en otras cosas, estos síntomas desaparecen.

Lo mismo ocurre con los adultos desacostumbrados a jugar y platicar con sus hijos, y acostumbrados a que un iPad les haga el trabajo de padres.

Los niños de esta generación no saben ni entienden que hubo tiempos en los que la voz humana, la lectura, los pensamientos, las ideas propias y la creatividad personal eran los únicos medios para pasar las horas: o inventábamos y hacíamos algo nosotros mismos o nos aburríamos.

Los aparatos y juegos electrónicos están matando poco a poco la iniciativa, la inventiva, la creatividad personal y la interacción humana, haciéndonos cada vez más dependientes de la inventiva y creatividad de otros.

Hace medio siglo lo único que necesitábamos para jugar y divertirnos era imaginación y camaradería. Ni siquiera necesitábamos dinero, que además, dicho sea de paso, casi nadie tenía.

Hacíamos dardos con cuatro palillos, un alfiler, hilo de coser y una estrella de papel doblado en la cola para darle estabilidad, para luego lanzarlos al tronco de un árbol, y no a la gente, como los videojuegos de hoy sugerirían hacer, pero con armas de alto poder (y luego nos sorprendemos que un jovencito balacee su escuela).

La lluvia no era más que agua y nada pasaba si nos mojábamos, más allá de un regaño o una gripa común que no necesitaba pediatras y se mejoraba con "vaporub" frotado en el pecho (yo siempre he dicho que "una gripa común sin tratamiento dura cinco días, y con tratamiento dura cinco días").


Fabricábamos carretas con palos y baleros; jugábamos canicas, tocábamos algún instrumento musical, armábamos complicados rompecabezas, barcos y aviones, jugábamos todo lo que acabara en "bol" (fut, volei, beis) y todos los juegos de mesa que hubiera (turista, damas chinas, ajedrez, etcétera).

Hay cientos de juegos y actividades que se pueden sacar del olvido y utilizarlos para convivir y entretenerse sanamente y desarrollar más habilidades y sensibilidades que la de apretar botones o recorrer un dedo sobre una pantalla.

Establecer días sin iPad (o cualquier aparato electrónico) sería mas fácil si hacemos acuerdos sociales para institucionalizarlos y respetarlos.

Sí se puede, pero al principio, y aquí es donde como popularmente se dice "la puerca torció el rabo", requerirá tiempo y dedicación de los padres para lograrlo. Quien crea que se dará solo por decreto está equivocado.

Los padres que quieran hacer algo para combatir la adicción de sus hijos a los aparatos electrónicos deberán primero aceptarla, y luego preguntarse si están dispuestos a invertirle el tiempo, la creatividad y paciencia necesarias para pasar días completos sin iPads o cosas que se le parezcan, reconociendo que el problema lo causaron ellos mismos al haber optado por la comodidad y desentendimiento que las "nanas electrónicas" durante años les proporcionaron.

La solución radica en una sola cosa: devolverle a los niños el tiempo y atención que durante años les robamos para dedicarlo a nosotros mismos.


"La niñez es una sanidad que se quita con el tiempo".
Yo