Domingo 7

 

Vi el primer y segundo "debate" entre los candidatos presidenciales, y debo decir que ambos me hicieron sentir mal, y que de debate no tuvieron nada. El formato y los moderadores permiten a los participantes evadir preguntas, insultar y hasta no responder o salir como algunos lo hicieron con un "Domingo 7".

Es imposible debatir, exponer ideas y motivaciones y argumentar a favor o en contra de ellas con "bolsas" de minutos o segundos disponibles, y callando a los participantes en medio de sus disertaciones.

Un debate debe durar hasta que los argumentos se agoten. Si se le da en la televisión horas enteras a un programa como Teletón, por qué no dárselo a un debate en el que está en juego nada menos que la elección del Presidente de México.
En el formato actual, los temas planteados, y sobre los cuales queremos oír propuestas, diferencias de fondo y caminos de solución a los problemas, al final resultan secundarios.

Debido a las reglas establecidas, pero sobre todo al bajísimo nivel argumentativo de algunos de los debatientes (me refiero a AMLO y el "Bronco"), no sirven más que para golpear, insultar o acuñar dichos y frases que hagan populares a unos e impopulares a otros. Como adolescentes imberbes tratando de ridiculizar a sus compañeros, estos debates más que una competencia de ideas son una competencia de "bullying".

Me dio vergüenza y sentí una falta de respeto a los mexicanos el que frente a planteamientos serios, el candidato puntero, que podría convertirse nada menos que en el Presidente de México, en lugar de responder como corresponde, se atorara buscando un apodo insultante a su principal contrincante balbuceando: "Ricky Riquín Canallín". Esa reacción es propia de un niño enojado, no de quien pretende dirigir el destino de un país y que habla de la Transformación de México. ¿Transformación a qué? ¿A convertir el Gobierno mexicano en una caterva de "buleadores" con fuero?

Podemos estar o no estar de acuerdo con lo que dicen y representan Meade o Anaya (del "Bronco" ni hablar), pero habrá que reconocer que ambos, al menos, tienen la capacidad para debatir, responder, argumentar y defender sus ideas y planteamientos. La realidad es que tanto el nivel del debate mismo como el nivel de las expectativas ciudadanas a lo que se les pregunta y responden los candidatos deja mucho que desear.

La mayoría de los mexicanos no se quedó pensando si la estrategia de comercio exterior, de seguridad fronteriza o la política migratoria de un candidato es mejor que la de otro, si es viable y mejorará o empeorará la situación.

Lo que los mexicanos en general ven en los debates no es la capacidad para gobernar de los candidatos, sino su capacidad de "bullying", las habilidades que tienen para golpear, defenderse o atacar sus contrincantes. Y frente a ello, la mayoría de ciudadanos, como si fuera circo romano, lo que quieren es ver correr sangre. Que hagan pedazos al otro.

Ningún argumento modificará sus sentimientos y la prejuiciada intención de voto.

Debates así son como la semifinal de un campeonato de futbol. Los aficionados ven las jugadas y las analizan con base en la camiseta que traen puesta, y sin ninguna objetividad ven lo que quieren ver, oyen lo que quieren oír, y emiten su opinión conforme a sus afinidades y prejuicios.

¿Quién, luego del debate, identifica y discute lo que cada candidato propuso de los temas de fondo planteados? Lo único de lo que se habla y quedó grabado en la mente de los ciudadanos fue: el apodo de "Ricky Riquín Canallín" que AMLO, a falta de argumentos y hasta de vocabulario, improvisó para descargar su frustración ante los embates de Anaya; el resguardo que AMLO hizo de su cartera para inferir que Anaya podría robarla; el golpe de Anaya a la ignorancia de AMLO diciéndole que "lo malo no es que no entienda inglés, sino que no entienda al mundo", y el golpe de Meade a la conciencia de AMLO cuando le dijo que quedaba sobre su conciencia el nombrar como Senadora de la República a una secuestradora.

Es lamentable el nivel de la discusión, y más lamentable aún que la mayoría de los mexicanos elija al Presidente de su País, con base en la capacidad de burla y ridiculización de los adversarios políticos.

"Un 'bully' no quiere pelear, quiere golpear".
Andrew Vachss