¿Tolerar la intolerancia?
Muchos organismos empresariales han manifestado su preocupación por ciertos pronunciamientos que en medio de un proceso electoral complejo fomentan la división del País. Pero en muchos casos, no sé si por prudencia o miedo a futuras represalias, no precisan a qué pronunciamientos o declaraciones se refieren ni quién las dijo, aunque todos sabemos que se refieren a los dichos de "ya sabes quién".
Piden a los candidatos en general (sin mencionar a ninguno en particular) proyectos de gobierno encaminados a la inclusión y no a la fragmentación de la sociedad, y sobre todo piden tolerancia y respeto a la pluralidad de ideas, argumentando, con razón, que en eso consiste una democracia verdadera.
Todo suena muy bien. Pero al no ser específicos en lo que se reclama o hacerlo con eufemismos dan pie a que eso mismo que se pide y reclama (pluralidad y tolerancia) pueda ser exigido de regreso y de la misma manera por cualquiera.
Los llamados a la pluralidad son avenidas de dos sentidos, y así como la Iniciativa Privada pide respeto e inclusión, los movimientos políticos que tienen una visión distinta a los intereses del empresariado pueden, con todo el derecho del mundo, pedir exactamente lo mismo de regreso: respeto y apertura para escuchar sus ideas y atender sus necesidades, y así construir juntos una plataforma política y social que permita consensuar la visiones y evitar que vayan en distintas direcciones.
Lo que quiero decir es que antes de redactar y firmar desplegados, manifiestos o cartas abiertas con peticiones de toda índole, hay que pensar que no podemos pedir lo que no estamos dispuestos a dar.
Si le pedimos a "ya sabes quién" tolerancia y respeto a la pluralidad de ideas, ¿qué contestaremos si "ya sabes quién" nos pide tolerancia y respeto a la pluralidad de ideas, en este caso a las suyas?
Mismas peticiones, diferente punto de vista.
Es necesario darse cuenta que cuando queremos o pedimos algo, normalmente lo vemos sólo desde nuestra perspectiva, desde nuestras propias necesidades y convicciones y no desde las del otro. Las cosas vistas desde la otredad no siempre son iguales, y pueden modificar o moderar lo que pedimos.
Al respecto decía Confucio: "Ten cuidado con lo que pides, no sea que se te conceda". Esta máxima puede sonar ridícula, pues se supone que si alguien pide algo es porque lo quiere, pero hay casos en los que las repercusiones o consecuencias de lo que queremos son indeseables.
Pedir unidad, respeto y tolerancia a lo que pensamos y creemos obliga reciprocidad.
Todo lo que pedimos o exigimos es de ida y vuelta.
¿Significa esto entonces que la tolerancia es una trampa que nos obliga a tolerar a los intolerantes, a aceptar lo inaceptable?
La respuesta es no. Lo que nos entrampa y mete en problemas son los llamados de unidad y tolerancia que no asumen la responsabilidad ni tienen la valentía necesaria para señalar lo que se reprocha y llamar a las cosas y a las personas por su nombre.
Si la motivación detrás de un llamado a la unidad son las declaraciones incendiarias y excluyentes de un candidato en particular que propician la división, el odio y la polarización de la sociedad, hay que señalarlo, para que éste no nos pueda pedir para sí el mismo respeto y tolerancia que le exigimos.
La línea que divide lo tolerable de lo intolerable, lo aceptable de lo inaceptable, la encontramos en las leyes, principios y derechos humanos universales. No es tolerable y no se puede vivir en paz y tranquilidad con personas que utilizan como método para lograr sus objetivos, las amenazas y la violencia, la desobediencia civil y la afectación a los de derechos de terceros. No es tolerable la inclusión de delincuentes en el poder y en las instituciones diseñadas para perseguir delitos; no se puede combatir la corrupción con corruptos.
Si hay pronunciamientos que fomentan la división hay que señalarlos sin tapujos y sin miedo a que si el señalado luego gana las elecciones terminemos en "el bando contrario". Si no estamos dispuestos a sostener públicamente lo que pensamos en privado, entonces mejor callemos.
"Las convicciones son un enemigo más peligroso para la verdad que para las mentiras".
Friedrich Nietzsche