Súbditos o ciudadanos
La semana pasada, el Presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, se refirió a la separación de poderes en México diciendo que va a ser muy respetuoso del Poder Legislativo y del Poder Judicial: "Va a haber división y equilibrio de poderes, no vamos nosotros a dar línea a los poderes autónomos. No voy a encabezar el poder de los poderes; no vamos a dar línea a los poderes autónomos".
La separación o división de poderes es una cualidad fundamental de la democracia que evita que el poder del Estado se acumule en una sola persona como sería el Presidente de la República.
Al respecto, Montesquieu, el famoso filósofo y jurista francés, decía que "Todo hombre que tiene poder se inclina a abusar del mismo; él va hasta que encuentra límites. Para que no se pueda abusar del poder hace falta que, el poder detenga al poder".
Si comparáramos el gobierno de un país con el gobierno de una empresa, el Presidente de México sería como el presidente ejecutivo de ésta y su responsabilidad la de conducirla y ejecutar los planes de negocio (planes de gobierno) aprobados por el Consejo de Administración (Congreso de la Unión) que representan los intereses de los accionistas (los ciudadanos).
Sin quitarle el honor y prestigio que merece, el Presidente es el ejecutivo de mayor rango que trabaja para una empresa llamada México. Sin embargo, la imagen, influencia y poder personal que se ha creado alrededor de la investidura no solo del Presidente de México, sino también de los Secretarios de Estado, Gobernadores, Presidentes Municipales, diputados y senadores han hecho que los ciudadanos los veamos y tratemos no como lo que son -personas que desempeñan un en-cargo público-, sino como Reyes, Virreyes o miembros de la Real Audiencia, tal como era la estructura política en tiempos de la Colonia, y nos veamos a nosotros mismos no como parte del pueblo que manda, sino como súbditos, sujetos a voluntades y favores personales, en lugar de sujetos a la ley.
Solicitamos audiencias para pedir de favor que apliquen la ley, y cuando lo hacen, les damos las gracias hasta con desplegados en los periódicos, porque hicieron lo que les correspondía hacer.
Debemos redimensionar y reubicar a los funcionarios públicos de cualquier nivel, para que sean ellos los que vean a los ciudadanos como sus patrones, y ejecuten su trabajo no como una graciosa concesión de sus majestades, sino como la obligación de servir, que ellos mismos pidieron tener y obtuvieron por medio de nuestros votos.
Los ciudadanos no somos súbditos, y si "el pueblo es el que manda" como lo ha dicho una y otra vez López Obrador, entonces mandemos, que los funcionarios públicos no son miembros de una clase social superior, sino mandatarios con la encomienda de cumplir y hacer cumplir la ley, llevar a cabo la voluntad de las mayorías sin beneficiarse indebidamente en lo personal y respetando los derechos de las minorías que aunque no les hayan dado su voto, también son mexicanos y también son pueblo.
Vale la pena recordarle a los funcionarios públicos lo que es un mandato y lo que significa ser un mandatario. Un mandato es una orden dada por alguien con autoridad para hacerlo, y para ellos la autoridad somos los ciudadanos, el pueblo; y un mandatario es la persona que acepta representar y desempeñar las funciones encomendadas por los mandantes, quedando, al aceptar el cargo, obligado a cumplir el mandato y responder de los daños y perjuicios que, de no ejecutarlo, se ocasionen al mandante.
En palabras simples y elegantes: un mandatario es el ejecutor de nuestros mandatos. En lenguaje coloquial, y no se me ofenda nadie porque al final de cuentas es la verdad, los funcionarios públicos son nuestros mandaderos, personas que nos hacen los mandados.
Quien no quiera recibir mandatos, quien no quiera ser mandadero de nadie, que no entre al servicio público. Y los que decidan entrarle, sepan que la dignidad del cargo, el pasar de mandadero a mandatario, se gana ejecutando de manera honesta y eficaz los mandatos ciudadanos.
Y por el lado del pueblo, si queremos dejar de ser súbditos sumisos y pasar a la categoría de ciudadanos plenos, con derecho a encomendar tareas y exigir su cabal cumplimiento, tenemos que hacer una sola cosa: cumplir y acatar la ley.
"Exigir es derecho exclusivo
de quien no tiene cola que le pisen".
Yo.