Responsabilidad presidencial
Luego de que en Palacio Nacional le señalaron al presidente López Obrador que este año México fue el lugar más peligroso a nivel mundial para los periodistas (con 15 periodistas asesinados en lo que va del año, 2019 se ha convertido en el "peor año" para la libertad de expresión en México) éste aseguró que "no hay en el mundo un Presidente o primer ministro que atienda el problema de la inseguridad y violencia como lo hacemos nosotros, de lunes a viernes, de 6 a 7 de la mañana", y a manera de reto, les dijo a los periodistas que cubrían la conferencia que si conocían a algún jefe de Estado que haga lo que él hace, se lo dijeran.
Por supuesto que no hay jefe de Estado que haga lo que él hace. Nadie combate a criminales y delincuentes con abrazos. Y si se refiere al tiempo que le invierte al tema teniendo reuniones de seguridad de lunes a viernes, le diría que la inseguridad también existe los sábados y domingos y que lo importante no es la cantidad de horas que se dedican al trabajo, sino los resultados que se obtienen.
Me apena decirlo, pero por eso vale más y se paga mejor un minuto de "cerebro" que una hora de "nalga" (así se le llama coloquialmente a las horas de trabajo improductivo que muchas personas pasan frente a su escritorio sin lograr resolver algo).
Ésa es la diferencia entre mente de obra y mano de obra, entre puestos subordinados con salarios menores y puestos directivos con sueldos altos y bonos de desempeño.
Los ahorros mal entendidos de esta administración están convirtiendo la política de "austeridad republicana" en una de "austeridad intelectual" que ahuyenta el talento y la experiencia en la toma de decisiones clave.
"You pay peanuts, you get monkeys", dice un dicho estadounidense para hacer ver que pagando salarios bajos sólo se atraen trabajadores y ejecutivos incompetentes y descalificados, que a la postre causan pérdidas o pobres resultados.
Lo que los periodistas y los ciudadanos mexicanos preguntamos y queremos saber no es cuánto tiempo le invierte el Presidente al tema de seguridad (y a otros igual de importantes), sino qué se está haciendo para resolverlo, cuál es el plan, la estrategia, y qué resultados esperan lograr.
El tiempo para culpar a gobiernos anteriores por la inseguridad, el tiempo del beneficio de la duda y del voto de confianza a la estrategia de "abrazos, no balazos" ya terminó, y las cuentas no son buenas.
Y cuando frente a los malos resultados se cuestionan las estrategias no podemos dejar que las contestaciones del Presidente sean palabras vacías, buenos deseos o afirmaciones sin sustento.
La respuesta a la pregunta que en materia de seguridad le hizo hace unos días la periodista de Vice News: "¿En qué punto ya toma usted la responsabilidad?", fue: "Desde el primer día. Yo soy responsable, porque soy el Presidente, de garantizar la paz y no deseo que nadie pierda la vida y lucho por la vida de todos".
Muy bien por los buenos deseos y por asumir la responsabilidad. Pero en el caso del Presidente, ¿qué significa hacerse responsable?
Hacerse responsable de algo es asumir, pagar, tomar para sí las consecuencias. Pero las consecuencias de una política de seguridad fallida no las paga el Presidente "responsable", sino las víctimas, las mujeres violadas, los ciudadanos que todos los días somos asaltados, secuestrados o extorsionados.
Si el Presidente verdaderamente está dispuesto a asumir la responsabilidad, pidámosle que establezca él mismo las metas mínimas y tangibles que se compromete a lograr en cada rubro de importancia nacional (por ejemplo, reducir a cierto número los homicidios y delitos de alto impacto, lograr un crecimiento económico mínimo, etcétera) y si esas metas no se logran en un tiempo razonable, entonces que asuma la responsabilidad, lo cual en este caso sólo se puede hacer de una manera: renunciando al cargo. Eso es hacerse responsable, lo demás es palabrería.
Desproporción total. Mientras los ciudadanos pagamos las consecuencias de las malas decisiones de un Presidente con la vida o el patrimonio personal, la "responsabilidad" presidencial se limita a pérdida de prestigio, costos políticos o juicios históricos.
Invirtamos las cosas. A mí garantícenme la seguridad y el patrimonio de mi familia, y estoy dispuesto a vivir impopular y morir en desprestigio.
"Felices fiestas, y mis mejores deseos para un nuevo y seguro año nuevo".
Yo