Bola de cristal
Las crisis existen porque suponemos que el estado natural de las cosas es, o debe ser de estabilidad y permanencia, y que la inestabilidad y los vaivenes de la vida son la excepción. Es decir, que después de la calma es que viene la tormenta.
Creo que ésta concepción del mundo, en el que los tiempos largos eran de estabilidad y los cortos de crisis ha cambiado: hoy son mas largos los tiempos de crisis que los deseguridad, bonanza y sosiego.
El estado natural de las cosas es ahora la incertidumbre, los dilemas y la inseguridad en todos sentidos.
El aislacionismo es un mito. Lo que ocurre en unas partes mundo y los puntos de vista adoptados por una comunidad tienen su impacto en otras; un puñado de criminales y delincuentes provoca que millones de personas tengamos que modificar nuestras vidas (gracias a ellos ahora todos viajamos en calidad de presuntos terroristas, y vamos a los bancos en calidad de presuntos lavadores de dinero).
La desconfianza es la norma. El gobierno no confía en los ciudadanos, y los ciudadanos no confiamos en el gobierno. Todos somos sospechosos. Por un lado pedimos identificaciones y por otro nos preocupa dar nuestros nombres.
La advertencia de origen bíblico de que a los períodos de prosperidad material le siguen otros de necesidades y apremios esta mas presente que nunca, pero con una importante variante: los “siete años de vacas gordas y siete años de vacas flacas”, se han reducido a unos cuantos meses, semanas o días.
Ninguna hipótesis, ningún supuesto se sostiene por mucho tiempo, sean éstos relacionados con asuntos políticos, de negocios o familiares; las leyes, las variables económicas (se llaman variables precisamente porque varían) y la tecnología cambian casi a diario, provocando la creación de nuevas empresas y la desaparición de otras. Lo que en un momento fue viable o razonable pronto deja de serlo; los desfalcos e insolvencias de gobiernos provocan devaluaciones, quiebras generalizadas, incremento de riesgos y cancelación de proyectos de inversión.
Antes, hablar del largo plazo era hablar de un período de 10 años y se podía pronosticar con relativa exactitud. Hoy cualquier pronóstico económico mas allá de doce meses comienza a requerir de una “bola de cristal”.
El largo plazo, dependiendo del tema que se trate, es de tres a cinco años; el mediano de uno a dos años, y el corto plazo de unos cuantos meses.
Con esto no pretendo aportar una visión apocalíptica de la vida o del mundo económico, sino la oportunidad de reconocer la verdad de nuestra era: “lo único permanente es el cambio”; que debemos esperar variaciones en todos los supuestos utilizados en nuestras tomas de decisiones; saber que en muy poco tiempo las cosas pueden cambiar para bien o para mal; y que los éxitos y fracasos de la vida no dependen de la ausencia o presencia de problemas, sino de la calidad de soluciones que les encontramos cuanto se presentan.
Como nadie tiene la experiencia necesaria para enfrentar situaciones inéditas, sean éstas sociales, familiares económicas o políticas, será mas fácil salir delante de ellas si en lugar de jugar a los pronósticos con “bolas de cristal” practicamos el llamado “liderazgo adaptativo”, para el cual se requieren varias cosas: la humildad y honestidad intelectual suficientes para reconocer que nuestro “expertise” no es ni el mejor, ni necesariamente útil a las circunstancias, y el valor para llegado el momento apretar el botón de “reset” a nuestras vidas y a nuestras organizaciones.
La turbulencia actual que a diario nos pone en circunstancias imprevistas es la oportunidad para cerrar capítulos pasados, clausurar viejas prácticas y costumbres y darle paso a nuevas formas de pensar y hacer las cosas.
De ello depende si las nuevas generaciones podrán aspirar a vivir en un mundo mas tranquilo y sosegado que el nuestro, y si aprendemos entrar y salir ilesos de la zona de tormentas, o si dejamos que éstas nos jalen siempre, de manera incontrolable e implacable al ojo del huracán.
“Si estas mal acuérdate que todo pasa , y si estas bien… acuérdate que todo pasa.”
Yo