Inminencia de muerte

Si usted está leyendo esto, significa que está vivo, funcional y relativamente sano.

Antes de la aparición del Covid-19 dábamos por hecho que las estadísticas de esperanza de vida aplicarían a nosotros, por lo que las preocupaciones por una muerte anticipada se reducían a la eventualidad de sufrir un accidente o ser víctimas de un crimen. Hoy a los riesgos hay que agregar la posibilidad de contagiarnos de un virus cuya letalidad depende de la capacidad que nuestro cuerpo tenga para vencerlo.

La pandemia ha traído consecuencias en lo económico parecidas a las de una economía de guerra, pero las angustias, confinamientos y restricciones sociales, comparadas con las de una guerra armada, son ridículas.

A la actual generación de mexicanos, y de buena parte del mundo, afortunadamente no nos ha tocado vivir los verdaderos dramas y sufrimientos de enfrentamientos militares, en los que las medidas de supervivencia exigen cuidarse de las balas y o resguardarse de bombardeos en sótanos o búnkers. Tampoco hemos sufrido persecuciones o las angustias y peligros derivados del fascismo y las dictaduras (y espero así siga siendo con todo y la reinstalación de la banca del Che y Fidel en la CDMX), como el ser perseguidos, despojados de nuestras viviendas y patrimonio, y tener que huir a otros países dejando todo atrás, en busca de un mejor futuro.

Para la mayoría de nosotros, los problemas y las medidas de protección de la salud a las que la pandemia obliga, se reducen a meras incomodidades, como el uso temporal de tapabocas, guardar sanas distancias, evitar aglomeraciones o trabajar desde casa.

Si algo bueno podremos sacar de esta crisis sanitaria y económica, es un cambio a la escala de prioridades de vida, cambio que espero dure más que la pandemia.

Hace tiempo, después de los dramáticos actos terroristas del 11 de septiembre, tuve acceso a un estudio de mercado relacionado al futuro de la industria turística-inmobiliaria que suponía una importante reducción de viajes internacionales y en la compra de propiedades vacacionales. Sorprendentemente, el estudio concluyó lo contrario: se esperaba un aumento en toda la industria turística y de esparcimiento, y la razón era una bastante extraña: la inminencia de muerte.

Los actos terroristas hicieron al mundo entero consciente de la fragilidad de la vida, de que todos estamos expuestos a morir en cualquier momento. El Covid-19 es un nuevo recordatorio de nuestra vulnerabilidad.

Es obvio: cuando la muerte es inminente, las prioridades cambian. Por ello el estudio de mercado concluyó que, en el futuro, en todos los niveles socioeconómicos, y cada quien a su escala, sería más importante hacer un viaje, comprar una casa de vacaciones, etcétera, es decir, disfrutar la vida hoy, que hacer un nuevo negocio o ahorrar todo para un futuro incierto.

Las enseñanzas y reflexiones de esta pandemia tienen que ver con el balance y orden de prioridades de la vida:
 
Cada segundo de vida cuenta. Si por un lado está la tristeza de la pérdida de un ser querido, por otro está la oportunidad de las alegrías que hay que vivir antes de que la muerte nos llegue a nosotros.

Lo anterior me recordó la película The Bucket List (titulada en Latinoamérica Antes de partir y en España Ahora o nunca).

Una de las frases de esa película resume mi reflexión central de esta pandemia: "Podemos quedarnos aquí esperando un milagro basado en un experimento científico o podemos divertirnos".

Esta película, tal y como sus reseñas lo apuntaron, "muestra cómo una enfermedad terminal no es necesariamente el fin de todo, puede llegar a ser el principio para el cambio, una oportunidad para enmendar nuestros errores, para ver las cosas verdaderamente importantes y primordiales de la vida, ver cómo podemos y debemos disfrutar y aprovechar cada instante de nuestra existencia, como si fuera el último".

La inminencia de muerte que esta pandemia nos espetó en la cara a todos obliga a un cambio en la escala de prioridades. Una escala en la que haga más sentido posponer una cita de trabajo que posponer un viaje de placer, y sin duda, que haga más sentido cancelar todo para asistir a la fiesta de un familiar o amigo, que cancelar todo para asistir a su funeral.

"La vida es eso que pasa mientras
estás ocupado haciendo otros planes".

John Lennon