El cuarto extra



En estos largos meses de aislamiento debido a la pandemia, en los que padres e hijos se han visto obligados a compartir simultáneamente espacios para el trabajo, el estudio, el entretenimiento, y la vida cotidiana, la convivencia y organización familiar no en todos los casos es fácil o armónica.

A todos los que hemos aprendido a trabajar desde casa, por medio de videoconferencias en las que interactúan varias personas al mismo tiempo, más de una vez nos ha tocado pedirle a alguien que apague su micrófono para evitar ruidos o voces ajenas a la reunión, lo cual casi siempre, y dado que el lugar físico de las videoconferencias es la casa, tienen que ver con los naturales e inevitables juegos, ruidos o llantos de niños o bebés alrededor.

Es cuando todos los involucrados debemos echar mano de nuestras reservas de paciencia, tolerancia y comprensión, pues no todo mundo tiene alguien en casa que ayude a controlar el ambiente familiar.

Lejos de reclamar, debemos entender que es el trabajo el que se llevó a la casa, y no la casa al trabajo. Las escuelas y los negocios son los que invadieron el hogar, no al revés. Las oficinas cerraron, las casas no. Éstas siguen funcionando, pero convertidas ahora en espacios multifuncionales, para lo cual no fueron diseñadas ni equipadas.

Los que tenemos la fortuna de vivir en espacios más amplios, y contamos con varios equipos de cómputo o tabletas que permiten a cada miembro de la familia llevar a cabo sus actividades virtuales de manera independiente, es más fácil organizar la interacción entre el trabajo, el estudio y la vida familiar. Cada quien tiene su espacio y sus equipos. Nadie interfiere con nadie. Sin embargo, esa no es la realidad de la mayoría de las personas.

Quienes viven en casas o departamentos pequeños, con una sola televisión, una sola mesa, una computadora para todos, etcétera, llevan a cabo sus actividades unos al lado de otros, con inevitables perturbaciones entre sí.

En ese momento, todos quisieran tener un cuarto extra en el que se puedan refugiar, concentrarse y realizar sus labores en calma y silencio.

Bueno pues hay un cuarto extra al que todos en algún momento podemos acudir. Me refiero al automóvil. El automóvil es hoy un espacio adicional y privado del que podemos echar mano. Igual puede funcionar para dormir, hablar por teléfono, y trabajar, que para comer o descansar en total aislamiento y hasta con aire acondicionado. Vaya, en algunos casos sirve para evitar o solucionar pleitos familiares, y si recuerdan las épocas estudiantiles, servía hasta como hotel de paso.

El automóvil es hoy un cuarto extra multifuncional, al que podemos acudir en emergencias, o adaptarlo para uso regular.

Con una almohada y un cobertor el asiento de atrás se convierte en cama. Con una pequeña bandeja el asiento de adelante se convierte en mesa de comedor, bar, o en el escritorio del "home office"; si reclinamos asientos, ponemos la computadora, el teléfono o la tableta en el tablero, el auto se convierte en un "home theater" con sonido cuadrafónico. Si hay buen clima podemos abrir puertas y ventanas y estar en ambiente de terraza...

La pandemia obliga a encontrar nuevas maneras de vivir y solucionar los problemas. A ser creativos y encontrar diferentes formas de trabajar, jugar, platicar, descansar y divertirnos.

Si por un lado el encierro agobia, estresa, impacienta o enoja, por otro lado sirve para desplegar ideas, desarrollarlas y solucionar retos personales o profesionales.

Ver un automóvil como un cuarto extra, es solo un ejemplo de cómo podemos encontrarle nuevos usos a viejas cosas, como acomodar lo que tenemos para seguir funcionando, y descubrir nuevas maneras de ver y vivir la vida.

Está en nosotros elegir, la óptica, el ángulo desde el cual afrontar la situación actual. Está en nosotros encontrarle el lado bueno a las cosas o clavarnos en el malo. Está en nosotros elegir el camino de la depresión, el enojo o la desesperanza, o el de la creatividad y el ingenio. Y si la paciencia hace crisis, recordemos que (casi) todos tenemos un cuarto extra para refugiarnos.

"Mi casa es mi cabeza".
Yo