Oclocracia

Como era de esperarse, desde la noche de la elección el presidente Trump comenzó a hacer declaraciones prematuras de victoria y a prepararse para una batalla legal argumentando que los pequeños márgenes que hay en los resultados de cada estado son "un fraude al pueblo americano", obviamente sin mostrar evidencia alguna que avale sus dichos.

La única razón por la que alguien antes de perder una votación alega que hubo fraude es porque siente o sabe que va a perder. Pero como para un egocentrista como Trump cualquier derrota es inadmisible, los reclamos prematuros e infundados sirven para cualquiera de dos cosas: para intentar ganar la elección por la vía legal nulificando votos de su adversario, o para que luego de haber judicializado la elección, si el veredicto de los tribunales tampoco le favorece el escándalo armado le salve la cara y proteja su orgullo.

Para un verdadero demócrata, una derrota electoral no conlleva vergüenza alguna (alguien tiene que ganar), pero eso no aplica ni satisface a los que "cuando pierden arrebatan". Si al final no logra arrebatar la elección, preferirá mil veces presentarse y asumirse como víctima de un fraude que como un perdedor.

Según Trump, y en eso basa su reclamo, el resultado final de la elección debe darse el mismo día, lo cual en muchos casos y por diversos motivos es imposible, sobre todo cuando la Suprema Corte resolvió ya que los votos que lleguen por correo a más tardar el viernes siguiente a la elección serán válidos siempre y cuando la fecha de envío (postmark) haya sido a más tardar el 3 de noviembre, es decir el día de la elección, lo cual hace todo el sentido del mundo. Cabe mencionar que en esta ocasión, debido a la pandemia, la cantidad de votos enviados por correo es mucho mayor, y el candidato republicano sabe que la mayoría de esos votos no le favorecen, razón por la que pretende invalidarlos.

Pero, ¿qué se puede esperar de una persona que toda su vida, sus negocios, sus obligaciones fiscales y su conducta personal se basan en marrullerías, astucias tramposas y profundamente antidemocráticas?

La antidemocracia se manifiesta de distintas maneras. Tiene que ver por un lado, con un elitismo que sostiene que un pequeño grupo puede dirigir mejor un país o cualquier tipo de organización social, y satisfacer los intereses comunes mejor que la mayoría, y por otro, con la idea de que la mayoría no debe tener el poder de reglamentar la vida privada, lo cual da pie a la aparición del populismo y la "oclocracia", una forma de degeneración de la democracia que se refiere no al gobierno de las mayorías, sino al peligroso gobierno de la muchedumbre, al "poder de la turba", y que es algo de lo que está comenzando a surgir en diferentes partes del mundo, incluido Estados Unidos e incluido México.

Para el historiador griego Polibio, la oclocracia es el fruto de la demagogia, y basta revisar las consecuencias negativas que tienen los discursos divisorios o incendiarios de personajes populistas de los últimos tiempos, como Trump, Chávez, Maduro, Evo Morales, Erdogan, López Obrador, Bolsonaro, etcétera, para darse cuenta que todos se autonombran representantes y defensores del "pueblo", el original, el auténtico, el patriota, el bueno, y todos sin excepción tienen a quién culpar por los males que les aquejan y en el discurso prometen resolver.

En el caso de Trump los males de aquel país se deben a gobiernos demócratas anteriores, especialmente el de Obama y a los inmigrantes ilegales mexicanos, cuyo infortunio utiliza para exaltar los más bajos instintos de sus seguidores; en el caso de López Obrador los culpables son además de los gobiernos anteriores, especialmente el de Calderón, la clase empresarial, media y alta del país, a quienes insulta y generaliza como corruptos-fifís que se niegan a perder privilegios.

Lo peligroso de los demagogos y populistas es que para justificar y mantener viva la necesidad de su existencia política toleran y en algunos casos hasta fomentan alteraciones al orden público (saqueos, daño a propiedad ajena, bloqueo de vías de comunicación, etc.), sometiendo a consulta o aplicando la ley discrecionalmente, y así, en una indivisión de poderes que desaparece contrapesos e impide llamar a cuentas a nadie, la victoria es de la violencia y la única forma de hacerse escuchar es el motín.

 "El Estado de Derecho es el estado de la responsabilidad".

Yo