No somos floreros
Dos comensales observaban las flores que ornamentaban las mesas del restaurante y se cuestionaban si eran naturales o de seda. Para salir de dudas, llamaron al mesero y preguntaron: "Las flores, ¿son naturales o son de seda?". Pensó un momento y respondió: "No son naturales ni son de seda". "¿Entonces de qué son?", replicaron extrañados. "Son de adorno".
Este cuento me vino a la memoria cuando el presidente López Obrador, molesto porque el Consejo Mexicano de Negocios (CMN) logró sin su participación créditos por 12 mil millones de dólares para 30 mil micro, pequeñas y medianas empresas (mipymes), dijo que él y su gobierno no están de "florero" o "de adorno".
Una molestia totalmente injustificada, pues no puede impedir que el sector privado busque por su cuenta los apoyos que él mismo se ha negado a otorgar a las 4.1 millones de mipymes que existen en México, que aportan el 42 por ciento del PIB y generan nada menos que el 78 por ciento del empleo en el país. Y aun si los apoyos fuesen a las grandes empresas, hay que recordar que en ellas trabajan no sólo los satanizados dueños, sino millones de trabajadores mexicanos que podrían perder el empleo si la empresa como tal no genera ingresos suficientes para pagar su principal gasto: la nómina de sus empleados.
Si al Presidente no le gusta ser florero, a los ciudadanos tampoco. Los ciudadanos no estamos de adorno, ni somos floreros de la 4T.
El Presidente es el mandatario y nosotros sus mandantes, y como tales, no sólo podemos, sino debemos llamarle la atención cada vez que consideremos que sus decisiones no son las adecuadas o de alguna manera nos perjudican. Y él, por su parte, debe escuchar y aceptar (de buen modo) las críticas respetuosas y fundadas.
En la incipiente democracia mexicana se han confundido y hasta invertido los papeles que corresponden a los ciudadanos y a los gobernantes.
Una columna publicada en 2016, titulada "¿Quien Manda a Quién?", mencionaba que la mayoría de las personas asocia el término gobernado a ideas como esclavo, sumiso, controlado, sometido y oprimido, y el término gobernante lo ven como sinónimo de jefe, el que manda, el que ordena, el que decide, y agregaba con razón que "el ciudadano que actúa como gobernado se siente inferior y piensa que el Presidente, gobernador, senador, diputado o alcalde son superiores y por lo tanto no cree tener el derecho de exigir nada".
Los ciudadanos podemos ser el mejor contrapeso del gobierno si en lugar de vernos y actuar como súbditos sumisos que sólo somos tomados en cuenta a la hora de votar y sólo servimos para pagar impuestos, nos vemos a nosotros mismos como "mandantes", es decir, los que mandan, y a las autoridades verlas como lo que son, "mandatarios", lo cual, sin ánimo de ofender, no es otra cosa que la versión elegante, propia y digna de mandaderos, es decir, los que (nos) hacen (los) mandados.
Un mandato es un contrato mediante el cual una persona (el mandante) confía la gestión de uno o más negocios a otra (el mandatario), quien se hace cargo de ellos por cuenta y riesgo de la primera.
Los mandantes, los poderdantes, los que conferimos el encargo somos nosotros, los ciudadanos. Un mandatario es sólo un apoderado, la persona que acepta el encargo.
No obstante lo anterior, parece que una vez concedido el cargo, los papeles se invierten y "los gansos le tiran a las escopetas".
Los encargados se convierten en mandantes con más derechos que obligaciones, y los mandantes en encargados con más obligaciones que derechos. Y si acaso osamos señalar errores y llamarlos a cuentas, no sólo se molestan, sino que tienen el descaro de utilizar los poderes conferidos en nuestra contra. Y si quisiéramos quitarles el encargo, el procedimiento establecido por ellos mismos es de tal manera complicado que en la práctica se vuelve irrevocable.
Es importante lograr, por un lado, que los mandatarios no se entiendan a sí mismos como los que mandan, sino como los que hacen los mandamientos de los ciudadanos, y por otro, que los ciudadanos nos entendamos como mandantes de los mandatarios, recordándoles todo el tiempo que no estamos "de adorno" y que nuestros derechos tienen el mismo peso que nuestras obligaciones.
"Mientras los ciudadanos
sólo sirvamos para pagar,
los gobernantes sólo
servirán para cobrar".
Yo