Modernizar el trueque


Si algo nos ha enseñado y mostrado esta crisis sanitaria-económica es que todos, de alguna manera, dependemos de todos.

Hoy, como nunca antes, estamos viendo patrones y empleados colaborar entre sí para encontrar fórmulas equilibradas que permitan al mismo tiempo la conservación de empleos y la sobrevivencia de los negocios, entendiendo ambas partes que la relación patrón-empleado es un binomio inseparable que si se rompe o desmantela, en muchos casos, no podrá volver a establecerse. Arrendadores y arrendatarios, acreedores y deudores, profesionales y clientes, acordando entre sí plazos de entrega, descuentos y prórrogas de pago; proveedores y consumidores poniendo la creatividad al servicio de las personas y acorde a las circunstancias.

Y todos, menos el gobierno federal -con quien no es posible acordar descuentos o plazos de ningún tipo-, entendiendo la realidad, la interdependencia, el sentido de solidaridad, y actuando en consecuencia.

El bienestar que tanto pregona el Presidente pasa a segundo lugar cuando se trata de obtener ingresos para su gobierno.

No se da cuenta que si algo escasea hoy es el dinero. Por eso el trueque, que no es otra cosa que una solución pragmática, a necesidades recíprocas, ha cobrado vigencia como una alternativa viable para la satisfacción de necesidades.

Veámoslo de esta manera: nadie come billetes y monedas. Las enfermedades no se curan con dinero, sino con medicinas.

El dinero es sólo un medio y no un fin, una unidad de valor utilizada para pagar lo que necesitamos o queremos. Por eso el trueque funciona. Y todos, dependiendo de las necesidades y urgencias que tengamos, y de la percepción de valor que les demos a las cosas, estamos dispuestos a hacer trueques.

Si el gobierno entendiera esto, en lugar de regalar dinero, debiera regalar bienes y productos básicos, que es para lo que el dinero finalmente sirve a la población más necesitada (si se utiliza bien).

El trueque es una práctica aborigen que cobra vigencia en épocas de crisis. Existe desde el periodo neolítico (neoliberal de aquel entonces), cuando las sociedades eran básicamente "cazadoras-recolectoras". La aparición de la agricultura y la ganadería es la que dio lugar a los excedentes, lo que permitió que grupos de personas se dedicaran a producir otras cosas e intercambiarlas por los excedentes de los ganaderos y agricultores.

La principal ventaja del trueque es la posibilidad de comprar productos y servicios sin dinero, lo que en la actualidad ayuda a mantener liquidez en las empresas y reducir inventarios, y en las familias a optimizar sus recursos.

Hay muchos negocios que utilizan el trueque en su operación regular. Es común, por ejemplo, que hoteles paguen ciertos productos y servicios con "cuartos-noche"; que medios de comunicación paguen algunas cuentas con publicidad; o en la industria de la construcción que proveedores y contratistas paguen casas y departamentos con materiales y componentes de las obras.

Si los particulares podemos hacer esto entre nosotros, y en la mayoría de los casos son intercambios ganar-ganar, y no tanto por la valuación económica de los bienes intercambiados, sino por la percepción de valor y necesidades particulares que cada uno de los involucrados tiene en un momento determinado, no veo por qué el gobierno no pueda aceptar en "trueques fiscales" el pago de impuestos con determinados bienes y servicios que requiere para su operación, para sus obras y programas sociales, y que fácilmente podría listar. O al revés, que el gobierno proponga el pago de parte de sus compras con determinados créditos fiscales. Sería un ganar-ganar. El causante vende algo y el gobierno no gasta todo.

Además, al no haber dinero de por medio, se reduciría significativamente la posibilidad de corrupción, pues difícilmente un funcionario público va a aceptar despensas o muebles de baño a cambio de un favor.

Una manera de contribuir al bienestar y desarrollo que el Presidente quiere lograr, particularmente en la población más necesitada, sería modernizar e institucionalizar el trueque, para que sea una opción viable en las prácticas comerciales y en especial en épocas de crisis, pues al menos hasta ahora, los billetes como tales, ni son comestibles, ni podemos cobijarnos o curarnos con ellos.

 "Cuando todos pierden, nadie gana".

Yo