Opinión propia



¿Se han preguntado alguna vez si los juicios que externamos de cualquier tema, particularmente si éste es controvertido, son realmente lo que pensamos al respecto, es decir, que son nuestra propia opinión, o en realidad se trata de opiniones de terceras personas que sin mayor análisis adoptamos como si fueran nuestras?

Pareciera que damos valor a las ideas y a las opiniones en función de la cantidad de veces que las escuchamos, y no porque las hayamos analizado o discernido.
 
Joseph Goebbels, el famoso jefe de campaña de Adolf Hitler, reconocido por el impacto de sus estrategias mediáticas, decía que "una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad".

Pero en contra de esta perversa frase, la cual confirma que sí es posible manipular la buena fe de personas confiadas, que no piensan, piensan poco o piensan tarde, está la de Abraham Lincoln que dice: "Se puede engañar a todo el pueblo parte del tiempo, y a parte del pueblo todo el tiempo; pero no se puede engañar a todo el pueblo todo el tiempo" (...te digo, Juan, para que oigas, Andrés).

En la filosofía maquiavélica, la inmoralidad del acto de mentir se justifica por las ventajas que se obtienen y la utilidad que significa el poder influir en la sociedad y modificar la opinión pública.

Y esto es lo que las redes sociales provocan hoy: la formación de una opinión pública basada en datos parciales o datos falsos, o en embustes y mentiras flagrantes, en muchos casos bajo direcciones maquiavélicas que distorsionan la realidad en aras de intereses económicos o políticos.

De la misma manera que los llamados productos "milagro" ofrecen curar o limpiar todo, los políticos maquiavélicos ofertan soluciones para todos los males y que por inviables e ilusas merecen el calificativo de "promesas milagro".

En muchos casos, debido a una buena presentación y estructuración de ideas, así como al uso de estereotipos y frases pegajosas, innumerables argumentos superficiales se toman como verdaderos y se adoptan como opinión propia, sin siquiera conocer a los autores y mucho menos la fuente de información.

Todo el aprendizaje humano, desde la época de las cavernas hasta hoy, está basado en los pensamientos y opiniones de los que nos han precedido. Aunque no es garantía de nada, escuchar y aprender de los demás es bueno, y el cambiar nuestros puntos de vista cuando nos topamos con mejores argumentos que los nuestros, crea sabiduría.

Tener opinión propia respecto de algún tema requiere un mínimo de conocimientos, objetividad y sentido común, y en los casos en los que pretendemos suscribir la opinión de terceros, particularmente si éstas las encontramos en las redes sociales, es obligado poner ciertos filtros intelectuales para no terminar avalando posturas ignorantes, prejuiciadas o de intereses específicos, simplemente porque suenan sensatas o porque quien presenta los argumentos nos parece, o se presenta a sí misma, como una persona seria, educada e inteligente.

De hecho, los más grandes estafadores son los que mienten y plantean sus embustes con mucha seguridad, con palabras elevadas y una personalidad arrolladora.

Lo que las redes sociales están provocando es flojera mental. En lugar de pensar por nosotros mismos, es más fácil adoptar las ideas y opiniones de otros.

No es imperativo tener opinión acerca de todo, como tampoco vale la pena defender a muerte nuestras ideas, pero dejar de pensar por nosotros mismos, y por pereza mental ajustarse siempre a los planteamientos ajenos es volverse un ser insignificante, intrascendente y víctima permanente de las circunstancias.

La única manera de ser relevante para sí mismo y para los demás es teniendo opinión propia. Y para ello lo único que se requiere es pensar, aunque sea un poco.

Veámoslo desde otro ángulo: ¿de qué sirve, o para qué quisiéramos, hablar con alguien que no tiene ideas propias, originales y que todo lo que tiene para decir lo podemos "googlear" o leer en un "pinche" libro?

En ese caso, siempre será mejor comprarnos el libro y olvidarnos o hacer a un lado a las personas que nos lo recitan de memoria.

"Cuando leo entro al mundo del escritor. 
Cuando escribo, entro al mío".

Yo