Tirar a lucas


Un grupo de 650 intelectuales, compuesto por científicos, escritores, periodistas, poetas, artistas, académicos, cineastas, etcétera, firmaron y difundieron la semana pasada un manifiesto titulado "En defensa de la libertad de expresión", que alerta sobre los constantes intentos del presidente de México por "socavar la libertad de expresión", la cual se encuentra "bajo asedio".

En dicho manifiesto se le reprocha al mandatario la "utilización de un discurso de permanente estigmatización y difamación contra los que llama sus adversarios, degradando el lenguaje público y rebajando la tribuna presidencial de la que debería emanar un discurso tolerante".

Es sabido que cada vez que una persona o medio de comunicación relevante critica o presenta datos adversos a su gestión, el Presidente los etiqueta despectivamente, calificándolos ya sea como fifís, deshonestos, adversarios, prensa podrida, pasquín inmundo, etcétera, considerando sus infundadas descalificaciones como su "derecho de réplica", que son más bien salidas tangenciales que jamás atienden el fondo de los asuntos o rebaten los argumentos con datos y razones válidas.

Respondió al desplegado con la misma estigmatización y asedio a la libertad de expresión que le dio origen. Esta vez no sólo denostando a los firmantes, sino pidiéndoles que se disculparan (¿con quién y por qué?), y en una demostración de cinismo extremo, decir que la mejor prueba de que en su gobierno hay libertad de expresión es que el desplegado pudo ser publicado. Faltaba más.

¿Para qué sirve la libertad de expresión si los gobernantes se hacen de oídos sordos ante los asuntos que con esa libertad se expresan? Éste es el juego que al Presidente le gusta jugar, el de "tirar a Lucas", y con el que resulta imposible hacerlo responder o siquiera abordar el fondo de cualquier asunto incómodo. Si el tema no le gusta al Presidente, si los datos no le convienen o se exhiben errores e ineptitudes, su postura siempre será la misma: todo mundo tiene derecho a expresar su opinión, pero él no tiene obligación de responder a los cuestionamientos que la parte del pueblo más educada, conocedora y con datos en la mano le hace.

Para él, el pueblo es el que no cuestiona, el que no está informado, el que no reclama y sólo agradece ayudas, a cambio de votos, por supuesto. Responder a los cuestionamientos serios con silencio, evasivas descalificaciones o burlas es como "tirar a Lucas" a los que preguntamos y exigimos respuestas a nuestras inquietudes o solución a nuestros problemas.

En la 4T no hay datos ni resultados malos. Todo es miel sobre hojuelas, todo va bien, todo está bien encauzado. Y mientras el pueblo feliz disfruta su pobreza, las críticas hacen florecer en el Presidente la personalidad del Quijote y la expresión -equivocadamente atribuida a Miguel de Cervantes- que dice: "Dejad que los perros ladren, señal de que cabalgamos".

No tengo la menor duda de que para el Presidente y sus más fieles seguidores, los señalamientos, quejas y críticas son ladridos de perros que señalan que la 4T avanza. Pero las amenazas a la libertad de expresión sólo se pueden reclamar diciéndolas, escribiéndolas..., ladrándolas, porque un gobierno coarta la libertad de expresión cuando en lugar de escuchar y responder con argumentos y seriedad las críticas fundadas, descalifica e insulta a quienes de manera pacífica las expresan e incita a sus simpatizantes a linchar disidentes.

Un gobierno que defiende la libertad de expresión sabe que las palabras importan; que los discursos divisorios tienen consecuencias: reporteros violentados, secuestrados o asesinados; críticos y líderes sociales amenazados por las propias instituciones oficiales o por simpatizantes que actúan en el anonimato de las redes sociales, fuga de talentos y capitales, etcétera.

No hay libertad de expresión cuando se tiene miedo a las consecuencias de expresar opiniones contrarias al discurso oficial o a la publicación de datos adversos. Los datos no tienen partido. Si hay 45 masacres, hay 45 masacres; si el número de muertos en esta administración es mayor que en la anterior, es mayor; si una obra pública se inunda, se inunda; si faltan medicinas, faltan; si el crecimiento del país empeora, empeora.

"La verdad no peca, pero incomoda", dice el dicho, y si para algo sirve la libertad de expresión es para poder decir verdades, aunque el gobierno se incomode.
 
"No hay grandeza sin autocrítica".

Yo