El placebo de la 4T
¿Qué palabras necesitan escuchar, qué argumentos necesitan entender los seguidores de AMLO-Morena para darse cuenta que, independientemente de las válidas intenciones para mejorar la situación de los mexicanos más pobres, el camino que el gobierno actual ha tomado para ese fin, lejos de reducir los índices de pobreza, será la ruina de todos y que lo que pretendían lograr al votar por la 4T será exactamente lo contrario. Que el combate a la corrupción es una mentira y lo único que han hecho es cambiarle el nombre a los delitos, purificar viejos corruptos e incorporar nuevos; que los beneficios económicos que hoy puede estar recibiendo parte de la población son un placebo, o en el mejor de los casos, una aspirina para aminorar el dolor de la pobreza?
Lo peor de todo es que debido a la división y encono social que el Presidente se ha encargado de profundizar (ésta semana vimos en Estados Unidos la capacidad destructora e idiotizante de un Presidente populista), y a pesar de que muchos se han comenzado a dar cuenta de que la 4T es igual o más corrupta e incapaz que gobiernos anteriores, se ha sembrado la estúpida idea de que, aunque al final nada mejore para los más pobres, la 4T por lo menos "se está chingando a los ricos". Mal de muchos, consuelo de tontos, dice el dicho popular.
Los programas sociales deben ser vistos siempre como una ayuda temporal condicionada. Temporal porque supone la existencia en paralelo de planes para la generación de empleos formales bien remunerados que en el tiempo reduzcan la necesidad de subsidios, y condicionada, porque salvo en los casos de adultos mayores o personas incapacitadas para trabajar, los apoyos económicos deben darse siempre a cambio de algo. Por ejemplo, que los más jóvenes logren ciertas metas mínimas educativas, que los adultos se capaciten para ejercer algún oficio u obtener un mejor empleo, o al menos a cambio de una labor social.
Regalar dinero a cambio de nada es como mantener indefinidamente a un hijo que ni estudia ni trabaja.
Las dádivas permanentes e incondicionales, además de ser insostenibles en el tiempo, relajan los esfuerzos propios necesarios para la autosuficiencia.
El problema que el país enfrenta con la 4T es que no está buscando hacer mexicanos autosuficientes capaces de lograr un nivel de vida superior por sí mismos, sino disminuir las legítimas aspiraciones a una vida mejor como resultado del esfuerzo y el trabajo honesto, convirtiendo a los ciudadanos en individuos mediocres sin ambiciones. "Si ya tenemos zapatos, ¿para qué más?", nos ha dicho el Presidente.
Es obvio, mientras más dependiente se es a una persona o a un gobierno, más lo defenderá. Por ello, en la 4T solo se habla de apoyos económicos a los más pobres, y nada de la calidad de la educación pública o de incentivos a la inversión privada, que son la fuente principal de la independencia y la autosuficiencia.
Es mucho más difícil, si no imposible, manipular a una sociedad educada, con opinión propia, que se basta a sí misma, y que en lugar de pedir ayuda, exige resultados, que a una sociedad ignorante y dependiente que da las gracias porque le ayudan a medio sobrevivir.
Haciendo una analogía médica, la 4T está atendiendo solo el síntoma más visible de la enfermedad de la ignorancia y la corrupción: la pobreza. Regalar dinero para erradicarla es como poner una pomada en las erupciones de la piel para curar la viruela.
Los subsidios y los programas sociales son fabricados de la misma manera que los placebos, con ingredientes inertes sin ninguna acción curativa.
Solo atendiendo las causas de la pobreza, que tienen que ver con la educación y el empleo, tendremos a la postre mexicanos independientes y capacitados para vivir dignamente y al nivel que su propio esfuerzo y talento les permita.
Educar y preparar a una generación completa para ser autosuficiente lleva tiempo, y sus frutos no los verán quienes lo inicien, pero algún día hay que empezar. Y para ello se necesitan políticos con grandeza de miras, que dejen de ver a los más pobres como mercado electoral, y estén dispuestos a trabajar desinteresadamente en beneficio de las generaciones futuras y a sabiendas de que las medallas se las colgarán otros.
"El populismo es un placebo
para la enfermedad de la ignorancia".
Yo