Política de la razón
¿De cuál pifia, disparate, desatino, mentira o retroceso de López Obrador y la venida a menos 4T debemos hablar? ¿Cuál política pública, iniciativa de ley, programa social, debemos examinar para comprobar una y otra vez que el país va de mal en peor, y está en manos de un individuo resentido con sueños de grandeza, mentiroso e incapaz de hacer reales las promesas de bienestar que hizo y en las que millones de mexicanos creyeron?
¿Cuántos estudios y datos duros más se necesitan para demostrar a los seguidores de Morena que la corrupción sigue igual, que en lugar de haber menos pobres hay más, que en asuntos de salud pública las decisiones tomadas pueden calificarse como criminales, que millones de empresas han tenido que cerrar, que el empleo y la confianza en el país se están derrumbando, que con la política de austeridad y ahorros mal entendidos, por un lado cuidan centavos y por otro despilfarran pesos, miles de millones de pesos?
En una conversación entre amigos acerca de las razones por las que AMLO, a pesar de sus evidentes errores, sigue teniendo un importante número de seguidores, surgió un atinado comentario: "no perdamos de vista que muchos de los que le otorgaron el poder lo hicieron simplemente (perdón por el lenguaje), para que se chin... ara a los que más tienen, solo para eso. Su discurso no tiene más, en el fondo es solo eso: quitarle a los que tienen, para dárselo a los que menos tienen".
La verdad es que todo el discurso de AMLO y su pretenciosa 4T se reduce a un dicho ranchero, revolucionario y resentido que dice:
"Contra los ricos hasta que nos igualemos, y una vez igualados... ¡a defendernos!".
Frente a ese mensaje rencoroso, que le habla al estómago de todas las personas que de una u otra manera se sienten maltratadas por la sociedad, por la "suerte", o por la vida, es decir a los resentidos, a los dolidos, a los que con o sin razón la han pasado mal, no hay argumento o dato que valga.
Y menos porque es totalmente cierto que una enorme cantidad de políticos, delincuentes y malos empresarios se han hecho "explicablemente" ricos a través de la corrupción y el contubernio.
Todos los que de una u otra manera estamos de acuerdo con el discurso teórico de la 4T (reducir la pobreza y acabar con la corrupción y la impunidad) tenemos un problema a resolver: encontrar la manera de explicar a los más pobres y a las huestes de resentidos azuzadas por AMLO, que por el camino actual de la 4T esos objetivos no se lograrán, y que su situación personal y familiar, lejos de mejorar, empeorará.
Si AMLO encontró la manera de hablarle al estómago de los más pobres y de los resentidos, los que alcanzamos a ver el desfiladero debemos encontrar la manera de hablarle a su cabeza, a su sentido común, y de hacer a un lado las emociones que nublan la razón e impiden ver que el gobierno actual es igual de corrupto y más inepto que los anteriores, que es posible estar peor, sin medicinas, sin seguridad, sin empleo, etcétera, como ya está comenzando a ocurrir; que las dádivas que hoy reciben son insostenibles, y más que ayuda social son una indigna compra de conciencias para mantener en el poder a una nueva mafia política que se da baños de pureza.
Es necesario desactivar la idea y tramposa generalización que AMLO le ha vendido al "pueblo", de que los ricos, las empresas, los estudiosos, la ciencia y el conocimiento, son los causantes directos de su miseria, y que el único que los puede salvar es él y su movimiento.
El reto es difícil, pero el primer paso es reconocer que donde no llega la razón llega la emoción, y que todos los argumentos y políticas públicas del Presidente tienen una gran rentabilidad político-emocional porque apelan a la emoción de sus seguidores, quienes aplauden todo lo que afecta a los ricos.
Es necesario hacer valer la política de la razón frente a la política de la emoción que sobrevive solo hasta el momento en que las dosis de realidad chocan con las fantasías.
Ahora bien, si alguien cree que el país puede salir adelante solo con las emociones y quimeras que la 4T explota y vende, o que el bienestar y desarrollo deben medirse con índices de felicidad, en lugar de índices educativos, de esperanza de vida u otros índices económicos como el PIB, que intente pagar su cuenta de luz, del mercado, de la farmacia o la de SAT con una sonrisa. Ya nos dirá luego qué tanta felicidad le queda.
"Los sueños se realizan despertando".
Yo