Posverdad dura



Un estudio elaborado por el taller de comunicación política SPIN reveló que, en las 943 conferencias mañaneras (al 30 de junio de este año) el presidente López Obrador ha hecho 56 mil 181 afirmaciones falsas, 88 por cada conferencia en promedio.

Pero dejemos los eufemismos de lado y llamemos a las cosas por su nombre: una afirmación falsa es una mentira.

Ahora, para no quedar como mentiroso, o al menos no el único, el Presidente inauguró en sus conferencias, un segmento titulado "Quién es quién en las mentiras", como si se tratara de un programa de televisión de entretenimiento.

Nadie escucha al Presidente para realmente informarse, sino para ver qué nueva ocurrencia saca, qué nuevo apodo pone, qué nuevo ataque, insulto, burla o referencia hace a los "malquerientes" medios de comunicación y a los críticos, a quienes un día llama adversarios, conservadores o neoliberales, y otro, cuando su resentimiento, rencor y odio -que dice no tener- afloran, los llama hipócritas, farsantes, rapaces, fifís, racistas, etcétera.

La verdad es que las llamadas "mañaneras", más que conferencias de prensa son homilías falaces y morbosas.

Es lógico pensar que la confianza se gana hablando siempre con la verdad. Pero en el caso de los gobernantes la lógica común no aplica: se ganan la confianza con mentiras, diciendo a los demás lo que quieren escuchar, aunque no sea cierto.

Mienten para salir de situaciones difíciles; mienten, como los niños, para evitar castigos; mienten para tener poder sobre otros; mienten para evitar vergüenzas; mienten para ganar admiración y respeto; mienten para protegerse a ellos mismos, a sus cómplices y allegados; mienten para tapar errores y delitos. Y AMLO en especial, además de las razones anteriores, miente para mostrar lo que quiere que veamos y para esconder lo que no quiere que veamos.

Preguntémonos: ¿por qué la gente vota y apoya a determinados políticos, a pesar de que saben que mienten? ¿Por qué la depreciación de la verdad es cada vez mayor?

Pareciera que, frente a tantos problemas, carencias y angustias, las personas prefieren escuchar una mentira que lidiar con la verdad. Prefieren, como si de una droga alucinógena se tratara, huir de la realidad de la vida pública aunque sea por un momento (o por un sexenio), e insertarse en un mundo de ilusiones y quimeras, para sentirse felices, felices, felices con la falsa esperanza de que las palabras mejorarán su situación.

Mentir es a la política lo que prometer el cielo es a la religión. Votar por un político mentiroso es como confiar en que Dios mejorará nuestros negocios o nos curará una enfermedad. En ese tenor, de la misma manera que los fieles de una iglesia defienden a su sacerdote, quien ofrece el cielo a cambio de observancias, los fieles de un partido político defienden a su líder, quien ofrece bienestar terrenal a cambio de votos.

Pero AMLO va más allá. Además de votos electorales, pide votos de pobreza, y así sin lograr nada, dejarnos a todos satisfechos con menos (no es más rico el que más tiene, sino el que menos necesita, dice el refrán).

Es tal la cantidad de mentiras en la vida pública, que a su alrededor se ha creado una realidad paralela llamada posverdad, término que se refiere a la información o afirmaciones en las que los datos objetivos (datos duros) tienen menos importancia para el público que las opiniones y emociones que suscitan.

Y esto es exactamente lo que el presidente López Obrador ha hecho: crear toda una "posverdad" alrededor de la 4T, distorsionando deliberadamente la realidad y manipulando las creencias y emociones que influyen en la opinión pública y en las actitudes sociales.

Por ello resulta inútil combatir su "posverdad" con datos duros. La única manera de hacerlo es sustituyendo las creencias y emociones basadas en mentiras, datos blandos u "otros datos", con nuevas creencias y nuevas emociones, basadas, esta vez, en verdades y datos duros que den origen a lo que llamaría una "posverdad dura".

Ninguna promesa de bienestar se hará realidad basada en mentiras o distorsiones de la realidad que engañan los sentidos. Y si de moral y ética se trata, a modo de homilía diría que: no hay nada más inmoral y falto de ética, que jugar con las creencias, emociones y esperanzas de un pueblo menesteroso.

"Si te prometo el cielo y las estrellas
es porque tengo la nave espacial".

Yo