Vigilar Legisladores
Los ciudadanos no podemos hacer más de lo que hicimos el domingo pasado para manifestarnos en contra de la reforma electoral propuesta por el Presidente.
Si bien es necesario hacernos oír y participar en marchas y manifestaciones públicas cada vez que consideremos que nuestros derechos son vulnerados o amenazados de alguna forma, las manifestaciones públicas en la práctica sólo sirven para hacerle ver al gobierno en turno, y a nuestros representantes en el Congreso, lo que una parte de los mexicanos queremos o rechazamos.
Normalmente se mide el éxito de las manifestaciones por el número de ciudadanos que participan en ellas, sin embargo, hay algunas cuya importancia radica no tanto en la cantidad de manifestantes, sino en el valor de la causa, sus implicaciones y la incidencia que éstas tienen en la opinión pública nacional e internacional, especialmente cuando se trata de abusos de autoridad, violaciones a derechos humanos o decisiones que amenazan o ponen en riesgo la estabilidad o la democracia de un país, como es el caso de la reforma electoral, una reforma tramposa que detrás de propuestas de mejora a un sistema electoral -siempre perfectible- esconde maquiavélicas intenciones, y que no son otras que quitarnos a los ciudadanos el control de los procesos electorales y restarle autonomía al INE, para que de esa manera el gobierno en turno tenga la capacidad para manipular e influir en los resultados de los procesos electorales o de las consultas futuras.
Los argumentos que el Presidente y su partido esgrimen en defensa de la reforma electoral son falaces.
Habla de que el INE cuesta 20 mil millones al año, pero no habla de cuánto costarían y cómo se llevarían a cabo las elecciones y consultas bajo el sistema propuesto en la reforma, lo digo porque el ahorro, si lo hay, sería sólo del diferencial y el costo real estaría mezclado con otros rubros del presupuesto nacional.
Ahorrar dinero es un argumento razonable para sustentar cambios, siempre y cuando la reducción del gasto no acabe con el propósito fundamental, en este caso, el de tener un organismo electoral confiable, autónomo y blindado a los intereses políticos de los partidos.
Pero si alguien ha perdido autoridad moral para hablar de ahorros es el propio Presidente. Tan sólo en el capricho de cancelación del Aeropuerto de Texcoco tiró a la basura 331 mil millones de pesos (mmdp), más el costo de la construcción del inservible AIFA; la refinería de Dos Bocas costará 320 mmdp, además de que perderá todos los años cantidades estratosféricas de dinero; la CFE pierde anualmente 85 mmdp; Pemex, 100 mmdp.
El Presidente ahorra centavos y tira pesos. Los centavos ahorrados sirven para endulzarles el oído a sus votantes y los pesos despilfarrados para engrosar la bolsa de sus compinches y la de los inauditables militares.
Pero regresando al tema del INE, los ciudadanos ya nos manifestamos. El gobierno y los legisladores ya saben lo que queremos.
Sin embargo, la verdadera defensa del INE será en el Congreso, donde finalmente se aprobará o rechazará la mentada reforma o el caprichoso Plan B que han anunciado para modificar leyes secundarias, en un intento más por lograr algunos de sus propósitos por vía de la imposición de la mayoría simple que ostentan. Habrá que ver si ese Plan B no resulta también violatorio a la Constitución que juraron cumplir.
Las baterías ciudadanas deben dirigirse ahora a cada uno de los legisladores que, llegado el momento, emitirá su voto a favor o en contra de esta reforma. Primero porque muchos legisladores de oposición, al tener cola que les pisen, son vulnerables a amenazas o extorsiones por parte del Presidente, y segundo, porque sabemos que a los legisladores de Morena les importa un comino lo que el sector más informado de la población piense u opine. Ellos van derecho y no se quitan, y si les pegamos se desquitan.
Para garantizar la defensa del INE, lo único que los ciudadanos podemos hacer ahora es vigilar a los legisladores, pidiéndoles desde ya su compromiso expreso para votar en contra de la reforma electoral, y si fuera el caso, hacer lo mismo que hace el Presidente: exhibir como traidores a todo aquel que con su voto haya contribuido al desmantelamiento del INE y al retroceso democrático del país.
"El miedo nace cuando
hay que vigilar al que vigila".
Yo