Apellido México
Luego del salvaje enfrentamiento entre las "barras" de los equipos de futbol Querétaro y Atlas, el pasado 5 de marzo en el Estadio Corregidora, en el que pudimos ver animales -pertenecientes a una nueva raza violenta y decadente de la especie humana- pateando cuerpos desnudos, inmóviles, tirados en el piso, tengo una idea que proponer para ayudar a desactivar odios y evitar que hechos similares se repitan:
Propongo agregar la palabra, el apellido "México", a los nombres de todos los equipos deportivos, de todos los partidos políticos, y en general a todo aquello que sea capaz de propiciar divisiones, enfrentamientos, violencia verbal o física entre adversarios u opositores, o entre seguidores de distintas corrientes de pensamiento, distintas creencias, etcétera.
Propongo agregar el apellido o el apodo "México" a los nombres propios de toda persona que se encuentre compitiendo o representando de alguna manera sus orígenes, sus equipos o sus creencias, o esté siendo juzgada por el estado o por sus semejantes.
En el caso del futbol mexicano, lo que propongo es adicionar a las camisetas de los diferentes equipos, y sus escudos* la palabra México, para que de ahora en adelante nos refiramos a ellos como: Atlas-México, Querétaro-México, Cruz Azul-México, Chivas-México, etcétera, de manera que, si a los hinchas de algún equipo se les ocurre insultar o agredir a un rival, vean que estarían agrediendo a un aficionado cuya camiseta tiene, al igual que la suya, el nombre del equipo superior de todos.
(*Nota: Los equipos deportivos no tienen escudos, tienen emblemas, insignias que se utilizan para identificar a la institución y que los fans o seguidores utilizan y portan como muestra de vinculación o simpatía. Los escudos son armas defensivas para resguardarse de agresiones físicas. Si en la barbarie del Estadio Corregidora, los seguidores del Atlas hubiesen portado escudos, en lugar de emblemas impresos en sus camisetas, los hospitalizados habrían sido menos).
Y lo mismo puede hacerse con cualquier otro tipo de rivalidad o competencia que encienda pasiones o saque a relucir los más bajos instintos, como los que surgen entre los militantes y seguidores de partidos políticos que todos los días se agreden y llegan a matarse entre sí.
Si se agrega obligatoriamente a los nombres de los partidos políticos la palabra, el apellido México (por ejemplo: PRI/México, PAN/México, MC/México, Morena/México...) nos recordaría a todos, y pondría de manifiesto en cualquier situación conflictiva, que tenemos algo en común y que nos une por encima de nuestras diferencias.
En épocas de turbulencias políticas y pugnas electorales, en las discusiones acaloradas, o en los momentos deportivos álgidos, agreguemos a nuestros respectivos nombres el apellido común que nos une e identifica como miembros de una misma familia. Discutamos, sí, defendamos nuestros puntos de vista, sí; pero hagámoslo como si fuéramos o estuviéramos tratando nada menos que con Juan "México" Pérez. Lo propongo porque creo que siempre será más difícil humillar o agredir a un propio que a un extraño, y porque siempre será más difícil ultrajar los emblemas y símbolos que representan lo que amamos, que hacer lo mismo con los que representan lo que odiamos.
No debemos rehusarnos a conversar con adversarios, ni basar nuestros triunfos en el fracaso o la aniquilación del otro o en inútiles intentos para que los demás renuncien a aquello que consideran valioso o sagrado.
La mejor manera para vivir en paz, para construir acuerdos y avanzar a estadios más avanzados, es hacer a un lado todo lo que nos separa, traer a primer plano todo lo que nos une, y partir desde ahí.
¿Qué nos separa? En la mayoría de los casos nos separan las formas y el lenguaje más que los valores o las convicciones, y por ello constantemente nos decimos NO los unos a los otros. ¿Qué nos une? Nos unen las mismas preocupaciones y los mismos anhelos; nos unen también las enfermedades y las desgracias, porque, frente a ellas, las aflicciones, las angustias, el dolor y las lágrimas de todos son las mismas; nos une la inclinación natural a hacer lo correcto, el rechazo a los abusos, a los desprecios y a la marginación; nos une la esperanza de una vida mejor, y, por encima de todo, nos une el parentesco de ser seres humanos.
"No hay prosperidad sin civilidad".