¿AIFA-llido?
Las críticas y alabanzas al recién inaugurado Aeropuerto "Internacional" Felipe Ángeles (AIFA) se han centrado en su diseño, en si está bonito o feo, cuando lo que nos debe importar es si este aeropuerto cumplirá o no con su razón de ser, luego de la cancelación del que se había iniciado en Texcoco y que es: resolver el problema de saturación del aeropuerto de la Ciudad de México, tanto en su campo aéreo como en la atención a pasajeros, en llevar la conectividad de la Zona Metropolitana del Valle de México a su máximo potencial y apuntalar el crecimiento y desarrollo del país.
Aunque pueda ser deseable y algo que aumenta el prestigio internacional de un país, los aeropuertos no se planean, diseñan y construyen para obtener el Premio Pritzker (considerado el premio Nobel de la Arquitectura) sino para resolver de una manera segura y eficiente las operaciones aéreas de un país o de una región; para competir por los mercados mundiales de turismo y comercio con instalaciones accesibles, funcionales y convenientes para los usuarios, lo cual solo es posible si se cuenta con la disponibilidad de vuelos y conectividad requerida para el tipo y cantidad de pasajeros que atenderá.
La pregunta es si estamos frente a un "AIFA-llido" o frente a un "AIFA-buloso" que resolverá eficientemente todo lo anterior.
Si la respuesta es sí, nos guste o no su diseño, habrá que aplaudir su construcción. Pero si la respuesta es no, habrá entonces que criticar fuertemente las decisiones y el despilfarro de miles de millones de pesos en una obra inservible y caprichosa.
Lo que ni el Presidente, ni nadie de los aplaudidores del AIFA -y de la quimera del alguna vez llamado (hoy olvidado) Sistema Metropolitano de Aeropuertos, compuesto por los aeropuertos de la CDMX, Toluca y Santa Lucía- han podido o querido responder es por qué al final, y luego de haber gastado en total más de lo que habría costado el de Texcoco (el cual además iba a ser financiado por particulares mediante bonos bursátiles y no por el gobierno) tendremos un sistema de aeropuertos cuatro veces más pequeño que lo que iba a ser Texcoco, sin certificaciones aeronáuticas internacionales, que no podrá tener operaciones simultáneas y que terminaremos pagando los contribuyentes, incluidos millones que nunca viajan en avión.
El nuevo AIFA terminó siendo un aeropuerto pequeño, mucho más chico que el de la Ciudad de México, su ubicación lo vuelve poco atractivo para los usuarios y en muchos sentidos inoperante: la distancia medida desde el centro de la demanda (Fuente de Petróleos) al AIFA es de 53 km.
Como país, México tiró a la basura la construcción de un aeropuerto internacional de clase mundial que hubiera podido convertirse en uno de los hubs de conectividad aérea más importantes del continente americano, por un aeropuerto regional limitado, combinado además con una operación militar y sin vuelos internacionales (el vuelo de una sola vez de Venezuela a México fue una faramalla).
Si al final el AIFA resuelve eficientemente la saturación del aeropuerto de la CDMX y la conectividad aérea del Valle de México, cualquier crítica a su diseño, e incluso a su costo, sería secundaria. Pero todos los datos indican que esto no va a ocurrir, y lo que tendremos es una colección de tres aeropuertos insuficientes y distantes entre sí, que lejos de resolver el problema original lo agravará, pues a partir de ahora, todos los viajeros del mundo, y en especial los mexicanos, haremos lo posible por evitar ir a, o pasar por la Ciudad de México, y la posición del principal hub de conectividad aérea del país será arrebatada por Guadalajara con la ya iniciada ampliación de su aeropuerto (mark my words).
Comparar lo que hubiera sido el aeropuerto de Texcoco con el AIFA no es ni siquiera comparar peras con manzanas, sino comparar manzanas con tejocotes o con tlayudas, cuya vendimia en la inauguración del nuevo aeropuerto se criticó y viralizó no por racismo o clasismo, o por preferir hamburguesas, como señaló el Presidente, sino porque se trata de comercio informal, de competencia desleal a los establecimientos del propio aeropuerto, de vendedores ambulantes que no pagan impuestos y operan de manera ilegal e insalubre en las narices del gobierno sin que nadie les diga nada.
Jingle del AIFA: Manda a todos a volar y diles que yo no fui.
AMLO /Consuelo Velázquez