Cómo sí

En estos tiempos aciagos en los que la división y el encono son fomentados diariamente desde el gobierno federal, el conflicto entre la Universidad de Guadalajara (UdeG) y el gobierno del estado es, para los jaliscienses, no solo perjudicial sino inoportuno. Nos cae al revés de como le cayó la pandemia al Presidente: "como anillo al dedo".

Las partes de este conflicto debieran considerar que en la pelea por lo que cada uno piensa o quiere, nos llevan entre las patas a todos, y que Jalisco tiene hoy más que nunca, la responsabilidad y la oportunidad de ser líder y ejemplo nacional de una sociedad unida y capaz.

Lo importante en este caso no es quién tiene la razón, ni saber quién es más fuerte u obstinado. En esa lógica siempre habrá un perdedor.

Nadie de los que vivimos acá queremos ver a los actores políticos confrontados, y abonar al método preferido por la nefasta 4T para mantener popularidad y ganar adeptos: la división.

El gobierno del estado y la UdeG son entes permanentes e interdependientes, obligados a convivir y colaborar entre sí. Son un matrimonio sin opción de divorcio, por lo que el camino de los reclamos y las agresiones recíprocas al final se convierte en un callejón sin salida.

En cualquier tipo de relación es normal que haya diferencias, que las prioridades, las visiones de largo plazo, los intereses, o que los miedos y la capacidad para asumir riesgos sean distintos.

Sin embargo, en cualquier escenario, por más difícil y complicado que parezca, si se actúa con buena fe, si se escucha lo que preocupa o inquieta al otro, siempre habrá una manera de lograr razonablemente los objetivos de todos sin que ninguno al final se sienta o se vea como perdedor.

Es entendible que haya prioridades y que los recursos siempre son limitados, pero el término prioridad significa el orden o antelación de las cosas y no su cancelación o postergación indefinida. Entendido así, las negociaciones se vuelven un asunto de tiempos, de fases o de mecanismos financieros que sin asumir grandes riesgos permiten adelantar los proyectos y el disfrute de las cosas.

Algo que en mi experiencia ayuda a evitar rompimientos, continuar negociaciones y buscar juntos soluciones a las diferencias, es proponer un acuerdo preliminar que dice: "acordemos que nos vamos a poner de acuerdo". Si las partes acceden a este pacto inicial que demuestra disposición recíproca para modificar y ablandar posiciones, las probabilidades de llegar a arreglos benéficos para todos aumentan exponencialmente.

No soy nadie para dar clases de política a los políticos, pero parece que debiera recordárseles que la política es el arte de lo posible, y que donde unos ven un problema otros vemos una oportunidad. Dicho lo anterior, al gobernador de Jalisco y al rector de la UdeG, les propongo que "acuerden que llegarán a un acuerdo", y que cambien el discurso de reclamos mutuos por una búsqueda conjunta del "cómo sí", seguro de que ellos mismos, o sumando consejos externos de cabezas frías, encontrarán soluciones creativas que logren los propósitos de todos.

Una reflexión al respecto publicada por el Centro Psicoanalítico de Madrid decía que: "Cada problema, cada dilema, cada callejón sin salida que encontramos en nuestra existencia, parece irresoluble cuando está inscrito en un marco determinado, cuando se percibe desde un punto de vista específico. Ampliando el marco, o creando un nuevo conjunto de hipótesis alrededor de los datos, los problemas se desvanecerán, a medida que un nuevo abanico de posibilidades se despliega ante nuestros ojos".

Si las partes del conflicto amplían el marco de referencia, si se dan cuenta que, mientras los políticos van y vienen los ciudadanos aquí estamos siempre, sufriendo o disfrutando las consecuencias de sus decisiones; si reconocen que al igual que se necesitan hospitales para los enfermos, se necesitan teatros y museos para los sanos y que a los ciudadanos no nos importa de qué partida presupuestal salgan ambos, todos seremos ganadores y los protagonistas serán vistos como políticos con altura de miras y con la sabiduría y capacidad necesarias para resolver problemas en beneficio de la sociedad.

"De nada sirve la victoria de una
razón que hace perder la razón".

Yo