Autocracia de facto

Autocracia de facto

El 1o. de diciembre de 2018 México dejó de ser una democracia (en proceso de consolidación) y pasó a ser una autocracia con disfraz de democracia, una autocracia de facto.

Si nos atenemos a la definición y significado de autocracia -sistema de gobierno que concentra el poder en una sola figura (a veces divinizada) cuyas acciones y decisiones no están sujetas ni a restricciones legales externas, ni a mecanismos regulativos de control popular-, veremos que estamos en manos de un autócrata (disfrazado de demócrata) que hace lo posible para acabar con las instituciones y organismos autónomos y con todos los contrapesos diseñados para mantener los principios democráticos, los equilibrios y separación de poderes.

Las formas históricas de autocracia son la monarquía absoluta y la dictadura.

Paradójicamente la única salida que tenemos para disipar el plan para instalar en México otra dictadura de partido (esta vez en manos de Morena) y regresar a la imperfecta democracia, es por la vía democrática. Digo imperfecta porque "lo bueno de la democracia es que cualquiera puede ser Presidente, y lo malo... que cualquiera puede ser Presidente".

Y para ello es fundamental mantener a toda costa la independencia del INE y las reglas de la democracia previamente establecidas, y que en el llamado "plan B" se ven seriamente vulneradas y, asegurarnos de que los candidatos de los partidos políticos que competirán en las próximas elecciones por la Presidencia no sean dictadores escondidos bajo ropajes democráticos.

¿Y cómo saberlo? ¿Cómo evitar ser engañados de nueva cuenta, como sucedió con AMLO, quien llegó al poder con un discurso democrático, incluyente y respetuoso de las leyes que luego, y sin el menor recato, traicionó?

Detectar potenciales autócratas a tiempo no es fácil, pero hay señales que lo advierten.

En el libro How Democracies Die, los autores Levitsky y Ziblatt dicen que la manera como los demagogos más peligrosos llegan al poder no es violenta, sino haciendo alianzas con las fuerzas políticas ya establecidas.

Esto fue lo que pasó cuando el gobierno alemán establecido le dio entrada a un populista llamado Adolf Hitler. Cometieron el error de pensar que podrían controlarlo y capitalizar su popularidad. Sucedió lo contrario: Hitler desconoció a los partidos de oposición, convirtiéndose de facto en un dictador. Lo que siguió fue una de las grandes tragedias de la historia.

Levitsky y Ziblatt advierten el peligro de los demagogos, definiéndolos como "políticos mentirosos al acecho que esperan la oportunidad para controlar todo".

La campaña política que en 2006 presentó a AMLO como "un peligro para México" advertía las verdaderas intenciones de un político mentiroso.

El libro en comento menciona cuatro signos útiles para detectar dictadores en potencia, y que deberíamos observar a la hora de la designación de candidatos y sobre todo a la hora de votar por alguno de ellos. Al verlos podrán constatar que todos aplican en el caso de AMLO y sus corcholatas, y a los dirigentes de Morena:

1. Rechazan las reglas de la democracia, alegan que los resultados de una elección son inválidos o que la Constitución debe modificarse.

2. Desacreditan con falsedades a sus adversarios, o proponen sin fundamento, que sus oponentes deben ser encarcelados o son enemigos del Estado.

3. Toleran o alientan el uso de la violencia en contra de sus adversarios, tienen relaciones con mafiosos o miembros del crimen organizado o apoyan las acciones de grupos beligerantes.

4. Expresan el deseo de reducir los derechos civiles de personas o instituciones, sugieren que el país estará mejor sin prensa libre, o intentan silenciar o descalificar a periodistas o manifestantes.

Es sumamente importante impedir el acceso al poder a quienes muestren alguno de estos signos, y si ya están en el poder porque lograron engañarnos, llamarlos a cuentas, recordándoles que el Estado somos los ciudadanos y que en una democracia ningún Presidente puede emular al rey Luis XIV de Francia cuando dijo: "L'État, c'est moi" (el Estado soy yo).

La democracia necesita ciudadanos racionales, no borregos convenencieros.

Necesitamos políticos auténticamente democráticos, dispuestos a hacer cosas que, aunque sean impopulares o invisibles, aseguren el bienestar del país en el largo plazo.


"La honestidad es una virtud
en peligro de extinción".

Yo