Racismo blanco

Entre los adjetivos descalificativos que el presidente López Obrador gusta proferir, el de racista aparece de manera sintomáticamente reiterativa.

Considera, equivocadamente, que todo aquel que piensa diferente a él o de alguna manera se manifiesta en contra de sus metodologías, de sus ocurrencias o de sus intentos para acabar con los contrapesos que le impiden hacer lo que le viene en gana, lo hace porque desprecia, discrimina y ve para abajo al llamado "pueblo", al que pertenecen únicamente los mexicanos más pobres, esos que ha comparado con "animalitos" o "mascotas" que necesitan el cuidado, alimento y protección de su amo.

Llamó racistas a los que marchamos en rechazo a la reforma constitucional con la que pretendía desaparecer al INE y que el llamado "Plan B" todavía amenaza: "Los que se manifestaron lo hicieron a favor del racismo, a favor del clasismo, de la discriminación, de la corrupción, ése es el fondo", dijo.

Ha dicho también que "se piensa que si se llega a nivel de posgrado, de maestría, de doctorado, ya se es superior, es un título nobiliario y no... ¿Cómo los 'nacos' van a estar en el poder?".

Al decir esto, no sólo muestra un desprecio al conocimiento y a las personas que lo adquieren, sino que él mismo se autonombra, reconoce y ubica como ignorante o inferior, o como un "naco" en el poder.

Por supuesto que hay personas y organizaciones racistas y clasistas en todas partes, por supuesto también en el lenguaje cotidiano hay palabras y expresiones vejatorias, cargadas de prejuicios y connotaciones racistas, clasistas o machistas que si bien la mayoría de las veces se utilizan inconscientemente, perpetúan la discriminación que determinados grupos humanos han sufrido a lo largo de la historia.

Ejemplo de ellos son palabras y expresiones que hoy son consideradas política y socialmente incorrectas, y que forman parte de una nueva censura lingüística que obliga a sustituirlas por eufemismos que tranquilizan a los bienpensantes, como decir: afroamericano o persona de color en lugar de negro; israelita o hebreo en lugar de judío; moreno en lugar de prieto, etcétera.

Pero calificar y poner en la categoría de racistas a individuos que se manifiestan públicamente en defensa de la democracia y los derechos humanos, o a quienes pertenecen a una oposición en un país supuestamente democrático, o llamarlas así simplemente por ser personas cultas y educadas, o por tener un nivel económico superior al promedio, es para mí un acto discriminatorio inverso.

Digo inverso porque normalmente las víctimas de la discriminación, el racismo y los prejuicios (conceptos que se parecen, pero no son lo mismo) son los más pobres, los más ignorantes, las minorías étnicas, religiosas o raciales, los extranjeros, los discapacitados, los de orientación sexual diferente, etcétera.

El Presidente discrimina a la inversa. Todos los días es intolerante, agrede, se burla e insulta (yo diría que odia, aunque diga lo contrario) a los más educados, a los exitosos, a los ricos, a los güeros. Promueve lo que llamaría yo un racismo blanco.

Las manifestaciones de la discriminación, el racismo y los prejuicios pueden ser similares, pero las motivaciones son diferentes.

Mientras el racismo es la creencia de que los miembros de una raza poseen cualidades o defectos que los hacen superiores o inferiores a otra, la discriminación se refiere a un trato diferencial (injusto o negativo) a una persona, independientemente del origen étnico, género, clase, grupo o categoría al que pertenezca.

El Presidente llama racistas (aunque en algunos casos no se trate de racismo, sino de discriminación) a quienes se expresan despectivamente o discriminan de alguna manera a los más pobres, o a los morenos (de piel o de afinidad política). Y eso está bien, pues coincido en que debemos hacer lo necesario para erradicar lenguaje y actitudes discriminatorias arraigadas en la cultura colectiva.

Pero el racismo o la discriminación hacia determinados grupos sociales no se combate dirigiendo los odios y prejuicios hacia un grupo social diferente, como el Presidente lo hace al denostar, difamar, insultar y humillar al sector más educado, más crítico y pudiente de la sociedad, sin comprender la noción de otredad, ésa que nos debe hacer conscientes de que siempre seremos el otro de otro.

"No es lo mismo educar
que ideologizar".

Yo