Dinero bueno al malo

Dinero bueno al malo

La anunciada historia de los barriles sin fondo que significa mantener los costosos e inviables proyectos de la 4T ha comenzado.

A la lista de empresas paraestatales ineficientes como Pemex, CFE y tantas otras más que cada año requieren enormes subsidios para pagar sus pérdidas, se sumarán ahora las cuatro nuevas "empresas" de los militares.

Según la información publicada hace unos días en este mismo diario, la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) solicitó para 2024 subsidios de operación y pago de salarios que suman 22 mil 728 millones de pesos, cantidad que rebasa el presupuesto combinado de las Secretarías de Gobernación y de Relaciones Exteriores.

Las empresas que desde ahora requerirán cada año estos megasubsidios son las que se hicieron sin estudios de viabilidad técnica, comercial o financiera, es decir, por capricho: el Tren Maya, Aerolínea del Estado Mexicano, la Refinería de Dos Bocas, el Aeropuerto Felipe Ángeles y el llamado Grupo Aeroportuario, Ferroviario, de Servicios Auxiliares y Conexos Olmeca-Maya-Mexica (GAFSACOMM), emprendimientos igual de complicados que su nombre.

A diferencia de las empresas privadas, las empresas ineficientes del Estado no quiebran. Y no lo hacen porque cada año le echan dinero bueno al malo. Dinero proveniente de nuestros impuestos para pagar sus pérdidas y mantenerlas artificial e indefinidamente vivas.

Pero el despilfarro no comienza con el mantenimiento anual de proyectos inviables, sino desde su inversión inicial que siempre resulta ser mucho mayor a lo planeado.

El costo del Tren Maya, estimado inicialmente en 150 mil millones de pesos, costará más del triple: 500 mil millones. La Refinería de Dos Bocas, estimada inicialmente en 8 mil millones de dólares, terminará costando el doble; el Aeropuerto Felipe Ángeles, originalmente estimado en 70 mil millones, terminó costando 115 mil millones, etcétera. Se suponía además que las obras ejecutadas por los militares costarían, según el Presidente, 30 por ciento debido a la supuesta "eficiencia y honestidad" de los militares.

El gobierno de la 4T presume disciplina y mesura en cuanto al monto de la deuda del país, la cual si bien ha aumentado, en la Secretaría de Hacienda afirman que como porcentaje del PIB se mantiene en niveles razonables. Pero aún si así fuera, una cosa es no endeudarse de más en el presente, y otra despilfarrar el dinero de los contribuyentes en proyectos faraónicos inviables y en programas sociales clientelares e insostenibles que les quitan recursos vitales a otros rubros que necesitan urgentemente ser atendidos, como el de la salud, la educación, la seguridad, etcétera.

Si las siguientes administraciones quieren-necesitan invertir recursos para mejorar rubros que debiendo ser prioritarios en este sexenio no lo fueron, sólo tendrán tres opciones: 1. Cancelar, cerrar o vender con pérdida las empresas inviables del Estado, que consumen miles de millones anuales. 2. Continuar subsidiándolas a costa de la desatención de rubros prioritarios. 3. Aumentar la deuda. No hay de otra.

La opción más razonable sería la primera, pero las más probables son las otras dos, sobre todo si la siguiente administración queda al mando de la terca, fallida y obstinada 4T.

Cada vez que un gobierno intenta hacer lo que al sector privado le corresponde, es un fracaso. La función del gobierno en materia económica es importantísima, pero nunca incluye la de volverse empresario y menos pedirle al Ejército que lo sea.

Al gobierno le toca proveer el marco legal y social para que la economía funcione, mantener la competencia del mercado, proveer bienes y servicios públicos, redistribuir el ingreso, corregir efectos externos y tomar ciertas acciones para estabilizar la economía. Punto.

El gobierno no sabe y no debe ser empresario. No sabe, porque no es su función, no está preparado para ello y no tiene los conocimientos y experiencia necesarios para competir exitosamente en un mundo cada vez más profesional y sofisticado. Y no debe, porque a diferencia de los empresarios privados, que cuando sus proyectos fallan lo que pierden es su capital, en el caso del gobierno, cuando sus emprendimientos resultan mal, como casi siempre ocurre, el dinero que los funcionarios públicos impunemente pierden no es el suyo, sino el de nuestros impuestos. Y eso no se vale.

 
"Peor que no saber es creer saber".

Yo