Narcocorridos

Varios estados de la República han decidido prohibir los llamados "narcocorridos", causando por un lado dudas acerca de la pertinencia de esta prohibición y, por otro, reclamos del público que paga por oírlos, como ocurrió hace unos días en Texcoco cuando el cantante Luis R. Conriquez anunció que no cantaría una de sus composiciones más famosas debido a la prohibición impuesta en el Estado de México.

Otra polémica social surgió alrededor de este asunto luego de que la agrupación "Los Alegres del Barranco" proyectara en las pantallas del Auditorio Telmex, en la ciudad de Guadalajara, representaciones del rostro del líder del CJNG, "El Mencho", conocido como "El Señor de los Gallos".

La reacción del público, que ovacionó las imágenes, y la posterior difusión en redes sociales desataron una ola de críticas por la "normalización" de figuras del crimen organizado en la música popular.

¿Hacen bien las autoridades en prohibir los "narcocorridos" argumentando que hacen apología del delito y legitiman el poder y la imagen de grupos delictivos? Yo no creo.

Ninguna prohibición va a evitar que la cultura popular convierta en héroes y hasta en santos a delincuentes famosos, o que entone canciones cuyas letras cuentan o se inspiran en sus historias.

Si hacer apología del delito es elogiar públicamente actos que han sido declarados como criminales, para mí, por más que este subgénero musical de los narcocorridos no me guste, por más malas que me parezcan sus letras y por más que piense que en nada contribuyen al mejoramiento de la cultura y valores de la sociedad, no creo que sus autores e intérpretes sean apologistas del delito, es decir que aprueben, elogien o promuevan las conductas criminales de los personajes aludidos en sus corridos.

Si contar y mostrar historias de criminales fuesen apologías del delito, habría que prohibir la producción y difusión de películas como "El Padrino", "Scarface" o "American Gangster", o de series como "El Señor de los Cielos", "Breaking Bad", o "Pablo Escobar/El Patrón del mal", y de tantas otras historias que inspiradas en hechos reales o imaginarios presentan a los gángsters, narcotraficantes y a todo tipo de criminales y bandidos en unos casos como intocables dueños del mundo, en otros como torcidas inteligencias superiores, y en otros más como víctimas de pobreza y maltrato que merecen empatía.

¿Se normaliza la violencia al escribir, filmar o cantar historias que hablan del cobro de cuentas entre mafiosos o la vida entre balas y dinero mal habido? ¿No habría que prohibir también las violentas canciones de la Revolución mexicana que relatan historias como la de Rosita Alvírez, que por negarse a bailar con Hipólito, éste "nomás tres tiros le dio"?

Si bien la vida de los criminales en ningún caso debe ser ejemplo a seguir, el contar sus historias en un libro, en un filme o en una canción, sea con alta o baja calidad literaria o musical no convierte a los autores en paladines del crimen.

El guión de "El Padrino" convirtió a Mario Puzo en literato de la mafia, no en miembro de la Cosa Nostra; la letra y música de "El del palenque" y de muchos otros narcocorridos, no hace a los autores miembros de ningún cártel, si acaso los hace algo, sería novelistas musicales del delito.

Dirán muchos que la diferencia de calidad literaria y artística en estas comparaciones es abismal, y sí, es cierto, pero el tema no es la calidad artística de las películas o de las canciones, sino si las historias que cuentan hacen o no apología del delito.

La presidenta Claudia Sheinbaum rechazó la prohibición de los narcocorridos y yo coincido con ella.

Creo que en este caso lo que procede no es una prohibición y mucho menos una sanción, sino una exhortación para que la comunidad artística enfoque su trabajo creativo y emprendimientos al mejoramiento de la sociedad en su conjunto, tal y como los propios "Alegres del Barranco" manifestaron en la disculpa pública que ofrecieron por las críticas recibidas, y en la que reconocieron "la responsabilidad que tienen frente a las audiencias que siguen su música".

Siempre habrá vidas de criminales y delincuentes que contar. Pero en estos momentos en los que la violencia y la impunidad están en auge, lo que hará más bien al país es aumentar significativamente la cantidad de historias que se cuentan en las que el bien triunfa. Lo digo porque hasta hoy, los malos van ganando.
 
"No todo lo que se puede hacer
se debe hacer".

Yo