Naciones ¿unidas?

Luego de que el presidente Donald Trump anunció la imposición de aranceles "recíprocos" -hoy en pausa- contra decenas de países, a los que acusó de prácticas comerciales injustas contra su país, más de 50 países afectados buscan hablar con el mandatario para negociar los gravámenes y evitar una guerra arancelaria en la que todos saldrán perdiendo.
Creo que la presidenta de México ha entendido bien esto, y seguramente logrará acuerdos duraderos con Estados Unidos mucho más benéficos que lo que lograrán países que han optado por responder a golpes, como lo hizo China aplicando aranceles de regreso del 34 por ciento, y lo único que logró fue un golpe más fuerte de regreso, pues ahora Estados Unidos le cobrará aranceles de hasta el 125 por ciento a sus exportaciones.
Lo anterior demuestra que la manera de negociar con un personaje como Trump -quien, además, "da la casualidad" que representa al país más poderoso del planeta- no es ni amenazando ni golpeando, sino negociando, en este caso no solo con dinero, sino con propuestas que involucren otros temas estratégicos que a veces pueden ser más poderosos que los económicos. El propio Trump ha dicho que "negociaría con las naciones sobre temas más allá del comercio y los aranceles".
El primer líder extranjero recibido por Trump desde el anuncio de los nuevos aranceles fue el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, quien en medio de negociaciones y acuerdos relacionados con la guerra en Gaza, sincera e inteligentemente le prometió a Trump lo que éste quiere oír: "eliminar los aranceles" y "una variedad de barreras comerciales" para las importaciones de EU a Israel.
Independientemente de que la metodología para establecer los porcentajes de aranceles haya sido correcta o no (yo creo que no lo fue), la realidad es que no importa, porque lo que Trump busca es cambiar las reglas del juego del comercio internacional (y de otros asuntos más, como la seguridad o la inmigración) y que en su visión no han resultado favorables a los intereses de su país. Y en muchos casos creo que tiene razón.
Las negociaciones y acuerdos con decenas de países, cada uno con sus propias circunstancias, llevarán meses, si no es que años, pero al final las cosas se acomodarán en una nueva realidad, que en mi opinión y a pesar de la turbulencia del proceso, será mejor para todos. Declaraciones de Trump así lo confirman: "Países de todo el mundo nos están hablando. Se están estableciendo parámetros estrictos, pero justos", dijo.
Cada país tiene distintas necesidades y cosas para ofrecer, es decir, distintas "armas" de negociación. Los acuerdos más provechosos serán los que se hagan a partir del reconocimiento de las fortalezas y debilidades que cada país tiene, y así lo expresó el primer ministro japonés al decir que "no tratará de lograr únicamente una exención a los gravámenes sino que mostrará un paquete de ofertas que reflejen qué es capaz de ofrecer un país como Japón a su aliado".
Los tratados globales y los acuerdos generalizados tal como están planteados ya no funcionan. No responden a circunstancias o necesidades actuales de los países que en su momento los suscribieron. Tan es así que cuando alguna regla o norma internacional impide o afecta el desarrollo de determinados sectores, cada país soluciona su problema estableciendo normas locales (barreras comerciales) para "darle la vuelta" a los tratados. Hecha la ley, hecha la trampa, dice un adagio popular mexicano.
En paralelo a las negociaciones que cada país tenga y acuerde con Estados Unidos, habrá que ver -sin revolver asuntos- lo que las naciones (unidas o desunidas) pueden hacer para el bien común y brindar ayuda a los países más pobres que poco o nada pueden ofrecer, pero que requieren del apoyo y solidaridad de todos para su supervivencia y desarrollo.
Este es mi pronóstico de lo que sucederá en la nueva realidad internacional que recién comienza: los acuerdos globales se modificarán o desaparecerán; la mayoría serán bilaterales y algunos, tal vez, regionales o selectivos en función de conveniencias estratégicas. Y un par de generaciones después, el mundo entero se habrá dado cuenta que las autarquías (Estados autosuficientes) son utópicas y que la independencia es un mito: todos dependemos de todos.
"La riqueza se mide en términos
de bienestar, paz y tranquilidad".
Yo