Autogobierno
En los últimos días se han publicado en los medios diversas notas relatando lo que sucede en el interior del Penal de Puente Grande, un lugar en el que todo, absolutamente todo tiene un costo, o tenía, si es que como las autoridades afirman, ya recuperaron el control entregado en la Administración de Emilio González Márquez al operador financiero del Cártel de Jalisco Nueva Generación, y cuyo poder llegó al grado de tener dentro del penal guardias personales con armas largas, poder realizar fiestas con grupos musicales amenizando, alcohol y mujeres invitadas, y por supuesto cobrar por todo tipo de negocios y privilegios, como la venta de droga y alimentos especiales, el uso de teléfonos, modificar los horarios de la cárcel, no pasar lista, etcétera, y por increíble que parezca, hasta para permitir abandonar el reclusorio una o varias noches.A todo lo anterior se le ha llamado autogobierno, y en mi opinión el término es equivocado. Autogobierno sería que los reclusos se autoaplicaran la ley, pero lo que hacen es precisamente lo contrario, violarla. Parece ser que para los mexicanos, gobernar es sinónimo de hacer lo que nos venga en gana. Ser electo presidente, cabeza o líder de lo que sea, convierte a la persona en una extraña, confusa y contradictoria especie de "rey democrático", y a los gobernados en súbditos agachados frente al líder. Si queremos tener avances en nuestra incipiente democracia, tenemos que extirpar de la cultura popular la heredada, torcida y aceptada concepción de que los gobiernos son reinados, los gobernantes reyes democráticos, y los ciudadanos súbditos con derechos discrecionalmente reconocidos. Lo digo porque muchos creen que acceder al poder u ostentar el puesto de mayor rango los exime de la responsabilidad de cumplir y hacer cumplir la Constitución y las leyes que de ella emanan, como supuestamente protestan hacerlo al tomar posesión de un cargo público. Tal vez entienden mal lo que significa protestar un cargo, porque la palabra protestar tiene dos significados opuestos entre sí: por un lado significa declarar o proclamar un propósito y por otro, expresar oposición a algo, y pareciera que quienes reciben el poder, se oponen (¡protestan!) al imperio de la ley, y las facultades que reciben son y serán las de su propio imperio. ¿Por qué es importante no confundir términos y llamar las cosas por su nombre? Porque nos permite ubicar e identificar los problemas y buscar las soluciones en el lugar adecuado. Un gobierno debe ser visto como parangón ejemplar de las leyes y orden establecidos. Gobernar un país democrático, una institución, o lo que sea, debe hacerse con la ley en la mano, por lo que de ninguna manera puede ser definido como autogobierno el que los reos de un penal hagan y deshagan a su antojo. Ahora bien, si no es autogobierno, ¿entonces qué es? Si lo vemos simplemente como personas renuentes a sujetarse al orden y mando de la autoridad, estamos hablando de insubordinación, y si lo vemos como ausencia del poder público, estamos hablando de anarquía. La primera es menos grave que la segunda, pero ambas se combaten con la fuerza y voluntad de la autoridad legítima, como supuestamente han comenzado a hacer para recuperar el mando y demostrar que vivimos en un gobierno democrático y no en un reino de narcos. La batalla en las cárceles no está perdida del todo. Si así fuera, los delincuentes que creen gobernarlas estarían afuera de ellas, y las autoridades dentro. Aunque muchos de los que están afuera deberían estar dentro, y muchos de los que están dentro deberían estar fuera. Lo que se necesita en este caso y en todos los ámbitos de la vida del País, es que el gobierno gobierne. Que respete y haga respetar las leyes, porque como sociedad estamos muy lejos de llegar al estado ideal y perfecto de un verdadero autogobierno, lo cual sólo ocurrirá el día en que los ciudadanos tengamos la capacidad y madurez suficiente para el autocontrol, lo que significa funcionar y resolver nuestros problemas en paz, con diálogos y sin la intervención de policías. Nos falta mucho todavía para entender que nos conviene respetar las leyes por convicción y no por sumisión. "La paz emana del autocontrol". Yo