El trampolín
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La semana pasada el Secretario de Estado estadounidense, Rex Tillerson, admitió que el problema de las drogas y la sangrienta batalla que se libra en México a causa de ellas es un problema que reside en Estados Unidos, diciendo: "Debemos asumir la responsabilidad por la violencia y el tráfico de drogas a través de la frontera reconociendo que no habría mercado para las drogas ilegales si no fuera por la adicción generalizada. Debemos ser dueños de este problema." Esto mismo en otras palabras lo dijo desde el año 1969 el Presidente Gustavo Díaz Ordaz, a propósito de la "operación intercepción" de entonces, cuando se argumentaba que México era el "trampolín" de entrega de droga a EU. El agudo comentario del Presidente Díaz Ordaz fue: "Creo que el problema mayor no es el trampolín sino la alberca".

Sin embargo y a pesar de reconocer que el problema es la existencia de un mercado de adictos, el combate a las drogas continúa enfocado en el inútil intento por acabar con los productores y traficantes y vendedores, en lugar de sanar a los consumidores. Quieren quitar el trampolín en lugar de tapar la alberca. Intentan una y otra vez eliminar capos, desmantelar sus organizaciones, impedir cultivos, cerrar laboratorios y encarcelar a la multitud de personas que todos los días producen, transportan, compran y venden drogas y "lavan" billones de dólares, y lo único que se ha logrado son miles de muertos, cárceles hacinadas, corrupción y narcogobiernos. Seguir en este mismo camino es una locura. Y baso mi dicho en la definición de locura de Albert Einstein:  "Locura es hacer lo mismo una vez tras otra y esperar resultados diferentes".

Nos guste o no, la mejor manera de acabar con la inganable guerra contra las drogas y con el inconcebible nivel de violencia a su alrededor, es legalizándolas. Admitámoslo: "prohibir lo malo no siempre trae como resultado el bien buscado". Y ejemplos hay muchos. El más entendible y reciente es el del alcohol. La única diferencia entre las guerras, asesinatos y luchas gansteriles por el control de territorios en la época de la prohibición, con las guerras actuales entre cárteles, policías y soldados, es la mercancía que venden. Antes eran licores, hoy son drogas prohibidas, y digo prohibidas porque las hay legales. Antes hubo la llamada Ley Seca, hoy tenemos la Ley Antinarcóticos cuyo objetivo es evitar el consumo de sustancias alteradoras de la conciencia o la percepción (sustancias prohibidas), sin embargo hay muchas otras sustancias cuya producción y venta regulada son legales y que causan efectos y adicciones similares. Ejemplos hay muchos: opiáceos como la morfina, que sirven para tratar fuertes dolores, y que en realidad son dosis bajas de heroína que al principio causan euforia, y si no se dejan rápidamente causan adicción; pastillas para dormir, para tranquilizar, para tratar ansiedades y ataques de pánico, y tantos otros medicamentos que se venden con receta médica, y tienen efectos y consecuencias similares a los narcóticos prohibidos, como acelerar ritmos cardiacos, causar alucinaciones, insomnio, paranoia, depresiones, pensamientos suicidas, agresividad, irritabilidad, etcétera, y hasta jarabes para la tos que están a la mano de todos y que contienen componentes hermanos de la heroína (Justin Bieber es adicto a una bebida "sizzurp" preparada con jarabe para la tos). Luego de ver todas estas drogas que se producen, venden y consumen todos los días, sin más muertos que las personas que abusan de ellas, legalizar y regular la venta de mariguana y otras drogas actualmente prohibidas sería simplemente agregarlas a la lista de sustancias adictivas y peligrosas para la salud que habría que regular como se regulan todas las demás. La prohibición no ha acabado con los drogadictos, en cambio ha corrompido las entrañas de países enteros y nos ha metido a todos en medio de una guerra en la que la enorme mayoría de la población nada tenemos que ver. En lugar de seguir jugándonos la vida entre plata o plomo, juguémonosla entre salud o drogas. No tengamos miedo a la legalización porque, "believe me" (así diría Trump), es más fácil y seguro combatir las drogas con educación que con balas. "Un trampolín al borde de una alberca tapada anuncia un suicidio". Yo