El negocio de la política

El negocio de la política
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Hace unos días se reveló que el exfutbolista Cuauhtémoc Blanco firmó un contrato con el Partido Social Demócrata (PSD) por siete millones de pesos, para aceptar la candidatura a la presidencia municipal de Cuernavaca, cantidad que le sería pagada sin importar si ganaba o no, ya que el objetivo era sólo obtener los votos suficientes para que el PSD conservara su registro. La información publicada decía que todo se complicó entre el futbolista y los hermanos Yáñez Moreno, a quienes llamaron "los dueños de ese partido en Morelos" cuando Cuauhtémoc rebasó las expectativas y ganó la presidencia municipal, dejándolos en una pelea por el poder.

Los titiriteros pasaron a ser marionetas.

Si alguien invierte siete millones de pesos en lo que sea, y en este caso en una apuesta política, es porque espera recuperarlos y con creces.

¿O acaso alguien piensa que quienes invirtieron esa cantidad de dinero, lo hicieron pensando que Cuahutémoc Blanco sería la persona idónea para dirigir Cuernavaca y mejorar la calidad de vida de los "cuernavacenses"?

No le demos vueltas: la política y los partidos políticos son un negocio. Funcionan como empresas privadas cuyo giro principal es la venta de actos dirigidos a influenciar decisiones en todos los niveles de gobierno y en las entidades regulatorias del país.

Los "servicios" prestados por los funcionarios de estas empresas políticas llamadas partidos se pagan en efectivo o en especie, no se facturan, y el monto es proporcional a los beneficios obtenidos o a los perjuicios evitados, y que consisten en la negociación de extorsiones perpetradas por servidores públicos que discrecionalmente bloquean o aceleran los trámites legales.

La definición de servidor público dice que es una persona que brinda un servicio de utilidad social. Es decir que aquello que realiza beneficia a otras personas y no genera ganancias privadas, más allá del salario que pueda percibir el sujeto por ese trabajo. Ajá. Esa es la teoría y la vocación de servicio que esta actividad supone, pero desgraciadamente la trillada noción popular que define a un servidor público mexicano como una persona que se sirve del público no está lejos de la verdad.

Para muchos funcionarios, gobernantes, diputados y senadores de la República que sienten pertenecer a una especie de "realeza mexicana", llamarlos "servidores" es una especie de insulto que perturba su intocable fuero interno (y externo) pues relacionan el término servir con el trabajo que sirvientas y meseros desempeñan sin gloria ni reconocimiento, además de que los salarios que perciben como tales son despreciables comparados con los beneficios que son capaces de obtener por debajo de la mesa.

Por ello es que muchos se animan a invertir millones de pesos para obtener o controlar puestos públicos de alto nivel, en los que la posibilidad de desvío de recursos o la capacidad de vender influencias tienen un valor en el mercado de la corrupción y la delincuencia.

Le pregunto tanto a las autoridades que regulan a los partidos políticos como a los responsables del Centro de Evaluación y Control de Confianza de la PGR, que tiene a su cargo la calificación y valoración del desempeño y competencias profesionales que se aplican para el ingreso y permanencia de los servidores públicos, si el hecho de que se haya descubierto que el PSD de Morelos le pagó 7 millones de pesos a una persona a todas luces incapaz para desempeñar el cargo de Presidente Municipal, sólo para usar su fama personal y obtener votos, ¿no es motivo suficiente para cancelar el registro de ese partido, y declarar la incompetencia de esa persona?

Lo pregunto porque es una burla cómo funcionan las cosas. Los candidatos de un partido deben ser de "a de veras", y el partido político que postule títeres debe ser eliminado, junto con sus fantoches, de las opciones políticas que tenemos los ciudadanos para elegir.

Hoy por hoy, las cosas son así: cuando un ciudadano cualquiera quiere ganar dinero solicita un empleo o funda una empresa, y cuando un político quiere ganar dinero, solicita una candidatura o funda un partido.

Esto tiene que parar.

"Un estadista es un político muerto" Bob Edwards