Especie en extinción
La pelea política y hasta física que se ha dado entre los taxistas tradicionales y los de Uber, se debe a que a los operadores y dueños de permisos de taxis están siendo obligados a salir de la zona de confort en la que por décadas habían estado, y por raro que parezca, a competir. Me apena decírselo pero, bienvenidos a la realidad: La era de los negocios basados en el proteccionismo terminó hace mucho. Y lo mismo está ocurriendo en todo el mundo, inclusive en ciudades como Nueva York, en la que los taxis amarillos son como la sangre que corre por su venas.
Pero mientras las respuestas de las autoridades locales van en el sentido de prohibir o frenar el crecimiento de ésta nueva modalidad de transporte público, las de aquel país van en el sentido que beneficia al mayor número de ciudadanos.
Así me lo dijo un ex-magistrado federal de los Estados Unidos que conocí hace unos días: “Hacer leyes es ‘dibujar’ líneas, poner límites. Y como a la hora de poner límites unos resultan mas favorecidos que otros, lo importante es ponerlos en donde beneficien al mayor número de personas”.
Empresas como Uber deben poder funcionar y crecer simplemente porque son más las personas beneficiadas que las perjudicadas. Lo malo es que en México un influyente pesa más que mil ciudadanos.
En Nueva York hay 13,600 taxis amarillos, y ya hay mas de 20 mil autos Uber operando, por lo que muchos taxistas tradicionales están optando por mejor trabajar con Uber, lo que deja a algunos taxis parados y sin aportarle ningún ingreso a sus dueños, quienes han llegado a pagar por un permiso (medallón) mas de un millón de dólares. Con todo y eso, no se ha prohibido o limitado la operación de Uber.
Si quisieran, los taxistas mexicanos podrían imitar a los neoyorkinos, porque sin duda es mucho mas fácil y transparente conseguir un auto nuevo y afiliarse a Uber, que conseguir unas placas de taxi y afiliarse a un político.
Por su parte, los “empresarios-políticos” que no son los operadores directos y que han acaparado a lo largo del tiempo decenas o centenas de permisos de taxis, saben que sin protección legal y política (por la cual están luchando) su viejo negocio ya es mucho menos rentable y mas pronto que tarde llegará a ser inviable, por lo que solo les quedan tres opciones: renovarse y competir contra el mundo; aceptar la pérdida y cerrar, o seguir dando patadas de ahogado para exprimir las últimas gotas de beneficio económico a sus destartaladas unidades y a la inversión en permisos e influencias que hicieron. Eso si creen que es posible competir con jergas tapando asientos rotos y mugrosos y con cobros arbitrarios en efectivo, contra asientos de piel, aires acondicionados y pagos electrónicos.
Así es la vida de los negocios. Unos nacen y se reproducen, otros se enferman con el “virus” de las nuevas tecnologías, y si no se curan mueren.
La realidad es que el concepto y tecnología de Uber revolucionó el mercado mundial de taxis tradicionales y la pérdida de valor de sus permisos. Hasta los bancos que antes financiaban la compra de permisos de taxi han reconocido esta nueva realidad y comenzado a salirse del sector.
La solución está en regresar a lo básico (back to basics): si alguien quiere ser taxista, que maneje un taxi, y la plataforma que ofrece Uber es mejor opción que la plataforma que ofrecen los políticos. Y quienes quieran seguir siendo empresarios de taxis, o cambian, evolucionan y compiten globalmente, o la teoría de la evolución por selección natural expresada por Darwin, aplicará en ellos con toda su fuerza, porque la especie de empresarios cómodos, flojos y anquilosados, que como grandes tortugas basan su supervivencia en la protección de caparazones políticos creados a su alrededor, son una especie en extinción.
Esos caparazones construidos con los materiales y tejidos de las influencias y la corrupción, comienzan ya a ser desintegrados por los ácidos de la inteligencia, la tecnología y la transparencia.
No se quien lo dijo, pero “no hay nada mas poderoso que una idea a la que le ha llegado su tiempo” y a la idea de Uber le llegó su tiempo.
“La competencia protege al consumidor e incentiva el progreso” H. Hoover