Historias de árboles
img_0005.jpg

Es consabida la importancia y los beneficios derivados de la siembra de árboles en las ciudades: liberan oxígeno, ahorran energía, evitan el desgaste y erosión del suelo, disminuyen las temperaturas y niveles de ruido, etcétera.​Además de la belleza paisajística que proveen al suavizar el perfil geométrico y dureza de las construcciones, los árboles impactan profundamente nuestro estado de ánimo y emociones creando sentimientos de serenidad, relajación y bienestar.

​No obstante, el modelo de desarrollo urbano actual, así como los movimientos ecologistas y las asociaciones de colonos, sin darse cuenta desincentivan la siembra de árboles y desfavorecen la creación de nuevas y mayores áreas verdes.

​Para explicarlo he construido dos historias.

​Historia 1. Dos amigos compran sendos terrenos vecinos de considerable tamaño. Uno de ellos decide dejar su propiedad intocada, en las mismas condiciones que la adquirió. El otro, quien era un amante de la naturaleza, decide sembrarle árboles, de manera que con el pasar de los años, su terreno contara con hermosas zonas arboladas que lo harían aún mas valioso.

​Pasado el tiempo, el primero de ellos, el dueño del terregal baldío, decide desarrollarlo, y sin mayor problema (digo mayor porque siempre hay problemas) obtiene los permisos correspondientes, logrando hacer un redituable negocio inmobiliario.

​En vista del éxito obtenido, el segundo propietario decide hacer lo mismo, con la sorpresa de que los permisos le fueron negados debido a que en su caso el proyecto implicaba el derribo de algunos de los árboles que él mismo había sembrado y cuidado durante años, ya que las leyes y reglamentos no distinguen árboles sembrados en propiedad privada de los sembrados en espacios públicos.

​Al insistir en llevar a cabo su proyecto, se le echan encima todas las organizaciones ecologistas y vecinales, y la opinión pública lo tacha como un depredador y ecocida, cuando en realidad era todo lo contrario.

​Absurda moraleja: Si piensa conservar o desarrollar un terreno, no le siembre árboles.

​Historia 2.

​Mismos dueños, mismos terrenos. El primero (el llamémosle indiferente a la naturaleza) decide desarrollar en su terreno un fraccionamiento con digamos 50 casas. Solicita y obtiene los permisos. El fraccionamiento en cuestión, siguiendo el modelo habitacional horizontal compatible con los obsoletos planes parciales y usos del suelo vigentes, que solo por excepción permiten la construcción de edificios altos, resulta ser uno mas de esos en los que el paisaje urbano está conformado por calles de concreto con postes en las banquetas, cables colgando hacia acometidas en las cocheras, y autos estacionados al frente de las espantosas hileras de casas cuyas áreas verdes consisten en un parquecito inhóspito al centro.

​El segundo propietario, el que sembró y cuidó durante años su “bosquecito”, decide también desarrollarlo, y para conservar el arbolado existente propone hacer las mismas 50 viviendas de forma vertical y así dejar intocada la mayor parte del terreno y con los edificios rodeados de árboles y enormes áreas verdes.

​Solicita los permisos y de nuevo le son negados. En esta ocasión, no porque el proyecto planteara el derribo de árbol alguno, sino porque los planes parciales limitan la altura de las construcciones, y porque a los vecinos se les paran los pelos de punta cuando oyen la palabra “edificio”.

​Absurda segunda moraleja: Es mejor un piso y un árbol que diez pisos y diez árboles.

​Estas historias demuestran los contrasentidos provocados por las viejas políticas de desarrollo urbano y las cuestionables juntas de colonos, que conciben y favorecen una ciudad horizontal en una enorme mancha urbana tapizada con calles de concreto y áreas verdes mínimas, en lugar de una urbe moderna y cosmopolita, con edificios de altura ilimitada y que podrían construirse en medio de nuevos bosques y jardines.

​¿Tan difícil es comprender que si en un terreno se construyen por ejemplo, diez casas unifamiliares, las áreas verdes que quedarían serían muchísimo menores a las que habría si en lugar de diez casas se construyen diez departamentos en un edificio de diez niveles?

​“Es mejor heredar un árbol que heredar un auto”  Yo.