¿Rito satánico?
La semana pasada me regalaron unos boletos para el teatro donde se presentó el “Circo de los Horrores”, el cual resultó ser un espectáculo cómico-circense con una ambientación y escenografía de “terror”, similar a las que tantas veces hemos visto en las llamadas “casas de los horrores” que muchas ferias y parques de diversiones tienen, y a las que estamos acostumbrados a ver en las celebraciones del día de muertos.Previo al inicio del espectáculo, actores disfrazados con máscaras y maquillajes de monstruos, de asesinos seriales, momias, y muertos vivientes pretendían asustar y causar miedo a los espectadores tal y como lo hacen en películas de terror con temáticas “paranormales” (El Exorcista, Chucky, El Bebé de Rosemary, etc.)
Sin temor a equivocarme, y sin temor a ninguna fuerza diabólica oculta, puedo decirles que el ambiente escenográfico de este circo, era igual al de aquellas viejas y malas películas mexicanas en las que El Santo luchaba contra monstruos y aparecidos de ultratumba, y sus diálogos caían mas del lado cómico que del diabólico.
De ninguna manera se trataba un “rito satánico” en el que se invocan a las fuerzas del mal y los asistentes quedamos fatal e inevitablemente a merced de Satanás, como algunos lo han querido hacer ver.
Es ridículo pensar eso. Es ridículo pensar que acróbatas y actores con disfraces y maquillajes tétricos, en medio de una niebla provocada por máquinas de humo con hielo seco, pueden entrar a nuestras almas y “poseernos”. Lo digo porque afuera del teatro había personas con estatuas de vírgenes y símbolos religiosos intentando “contrarrestar” al demonio que según ellos había llegado a Guadalajara para hacerse de adeptos y poseer sus almas sin que nadie se de cuenta.
Pareciera que el marketing y la tecnología han invadido hasta el infierno, y ahora el mismísimo Satanás se dedica a montar circos y vender boletos para eventos de reclutamiento de almas en Ticketmaster.
Este espectáculo de terror cómico, es tan peligroso para nuestro espíritu y salud mental, de la misma manera como sería peligroso el que nos toque el asiento número 13 o el boleto número 666, considerado por los supersticiosos como el número de “la bestia” o del anticristo.
Que conste, yo no estoy promoviendo ni tengo nada que ver con el Circo de los Horrores, que dicho sea de paso, a mi en lo personal no me gustó. Pero no porque haya tenido tintes “satánicos”, o porque los actos circenses y comicidades ahí presentadas hayan sido malas, sino porque simplemente este género de entretenimiento y la estética alrededor del “terror” no es de mi agrado, como tampoco es de mi agrado por ejemplo, la ansiedad que causa una montaña rusa. Nunca he entendido el placer de sentir miedo.
La decisión de asistir o no a espectáculos o películas de terror o de temas paranormales, debe ser por las razones correctas y no por afinidades o miedos derivados de la ignorancia, la superstición o los dogmas.
Muchas personas se dieron a la tarea de difundir mensajes advirtiendo del peligro que según ellos significa asistir al ”Circo de los Horrores”, diciendo que se trata de un “rito satánico” en el que los presentes, sin saberlo quedan “consagrados” -whatever that means- a Satanás.
Los mensajes que debemos difundir son otros. Aquellos que nos ayuden a eliminar ideas que pueden volvernos paranoicos o esquizofrénicos; mensajes que erradiquen falsas creencias y supersticiones; que nos hagan comprender que tocar madera cuando algo malo pasa, no evita que vuelva a pasar; que no hay que tenerle miedo a las máscaras con cuernos, a las sombras o a los gatos negros; a romper espejos, a pisar rayitas del piso o a pasar debajo de escaleras.
Aceptémoslo de una vez: ningún amuleto sirve para ahuyentar demonios, malos espíritus o seres imaginarios; ninguna oración, ningún ritual ni ningún amuleto impide accidentes, cura enfermedades o hace que un equipo de futbol gane (si no me creen pregúntenle al Atlas).
La realidad es que por mas oraciones que se digan y por mas amuletos que se cuelguen, si alguien se cae de una azotea, la fuerza de la gravedad va a operar con todo y a pesar de todo.
“Los demonios existen en la medida de nuestras locuras”. Yo.