La vida continúa
He notado mucho miedo, pesimismo y preocupaciones desmedidas en torno al futuro de México, particularmente por las decisiones que el remedo de Presidente Trump ha comenzado a tomar. Cada uno de nosotros tenemos circunstancias diferentes, y lo que ocurre en México y en el mundo nos afecta de manera distinta, pero lo que (al menos a mí) me tranquiliza es saber que hay cosas que no están en nuestras manos ni nos toca resolver.
Lo que quiero decir se entiende mejor con las enseñanzas de algunos proverbios, apotegmas y oraciones alusivas como: "Si tiene solución, de qué te preocupas, y si no tiene solución, de qué te preocupas"; o la frase de Winston Churchill que dice "Pasé más de la mitad de mi vida preocupándome por cosas que jamás iban a ocurrir"; o la llamada "Oración de la Serenidad" que pide a Dios "serenidad para aceptar las cosas que no podemos cambiar, valor para cambiar las cosas que podemos cambiar y sabiduría para conocer la diferencia".
No está en nuestras manos, por ejemplo, modificar el tipo de cambio o evitar el alza de la gasolina y los intereses financieros. Tampoco podemos impedir la construcción de un muro fronterizo, la deportación de inmigrantes ilegales, o que el país vecino viole o se retire de acuerdos internacionales previos.
Lo único que podemos hacer para aminorar los efectos de decisiones fuera de nuestro control es, cada uno de nosotros en su ámbito, trabajar mejor y resolver las cosas como se vayan viniendo de la mejor manera posible. Como alcohólicos anónimos: un día a la vez.
Lo digo convencido, porque "no hay de otra" y porque a pesar de todo la vida continúa.
Si el dólar baja o sube, lo único que podemos hacer es ajustar nuestras vidas a esa nueva realidad; si no podemos exportar a Estados Unidos, tendremos que buscar otros mercados; si la gasolina sube a niveles insostenibles, tendremos que aprender a usar transporte público; si nuestra economía personal no da para mantener el nivel de vida que teníamos, tendremos que bajarlo, y podemos hacer todo esto de manera planeada y ordenada, o con los golpes de la vida misma.
Pero el problema real no lo tenemos nosotros, los que leemos artículos como éste, lo cual supone cierto nivel educativo y económico con márgenes de maniobra para reducir placeres y gastos superfluos, el problema verdadero está en los que no tienen margen de maniobra hacia abajo, en los que el único ajuste posible es dejar de comer, no poder pagar una renta o una medicina.
Ahí está el verdadero problema y el peligro de estallidos sociales, porque la historia ha demostrado una y otra vez que la supervivencia de los que menos tienen se soluciona de dos maneras: o con violencia (guerras, revoluciones, golpes de estado, etc.) o con la búsqueda de nuevas oportunidades.
En el caso mexicano, el camino que los más necesitados han tomado (hasta hoy) es el de la búsqueda de oportunidades. Migrando del campo a las ciudades o a otros países, con todo y los riesgos y sacrificios que eso significa. Otros desgraciadamente han optado por el camino de la delincuencia y el crimen organizado.
Dicho lo anterior, me pregunto: ¿Qué no sería mejor que en lugar de vernos obligados a hacer ajustes en nuestras vidas personales y a ganar menos en nuestras empresas porque el precio del dólar, los intereses y la gasolina subieron 20 o 30 por ciento, lo hiciéramos porque los trabajadores de menores salarios ganaran ahora 20 o 30 por ciento más? Y si queremos recuperar el nivel de ganancias y placeres anteriores, que sea porque aumentamos la productividad o abrimos nuevos mercados y no porque simplemente aumentamos precios.
Tal vez suene contradictorio, pero lo que a la larga producirá mayores ganancias (y evitará problemas mayores) es una reducción temporal de ellas, pero no para que se vayan a la bolsa del Gobierno y los especuladores por la vía de impuestos o ajustes al precio de las gasolinas y tipos de cambio, sino a la bolsa de los trabajadores por la vía del incremento a sus salarios y la elevación de la llamada "línea de pobreza", ese umbral que marca el ingreso mínimo necesario para lograr un nivel de vida digno. Porque nadie puede decir que es digno pagar 80.04 pesos por un día de trabajo.
" Si la crisis ya tocó fondo lo que sigue es escarbar". No sé quien lo dijo