Migraciones forzadas

Migraciones forzadas
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Hay muchas razones por las cuales alguien puede decidir emigrar de su ciudad o país. Pero no es lo mismo hacerlo voluntariamente, en busca de una mejor calidad de vida,  que de manera forzada por situaciones que amenazan la existencia misma, como lo es una guerra, un desastre natural, detenciones arbitrarias, secuestros, torturas, abusos sexuales, persecuciones o expulsiones. Las cifras de la reciente crisis migratoria en Europa, causada por la guerra civil en Siria y por la ofensiva del llamado Estado Islámico, son tremendas:  220 mil muertos, 11 millones de desplazados, 3.9 millones de refugiados y 12.2 millones de personas dependiendo de la ayuda humanitaria para subsistir.

Seis de cada diez personas de las que han llegado a Europa por el Mediterráneo en lo que va de 2015 vienen de países en los que las violaciones de derechos humanos son constantes, no se respetan las libertades de expresión, asociación y religión.

En nuestra latitud, tenemos nuestros propios fenómenos migratorios, millones de mexicanos han salido fuera del país o del campo a las ciudades en búsqueda de una mejor calidad de vida, arriesgando la vida y rompiendo vínculos familiares que causan además profundos efectos psicológicos entre sus miembros.

Pero a pesar de lo mal que podemos pasarla acá, a pesar de las condiciones de inseguridad, pobreza y falta de oportunidades, nada es comparable a una guerra, a persecuciones y a horrendas violaciones sistemáticas de un “Estado” a los derechos humanos de sus habitantes, con ataques a comunidades étnicas o religiosas completas, el desalojo forzoso de personas de sus hogares, violaciones, esclavitud, trata de mujeres y niños, saqueos, secuestros, destrucción de lugares históricos de importancia religiosa o cultural, etc. y hasta prácticas bárbaras como la ablación (mutilación genital femenina) que el Estado Islámico ordenó para todas las mujeres entre 11 y 46 años de edad, para “alejarlas del libertinaje y la inmoralidad”.

La historia está repleta de casos en los que grupos de personas, organizaciones y naciones enteras cometen genocidios y conductas inmorales, discriminatorias y corruptas extremas, y culpamos de ello a dictadores o “líderes tóxicos” que envenenan la vida de las personas, sin darnos cuenta que todas las venganzas  y conductas salvajes colectivas no podrían ocurrir sin seguidores que las aprueban y las ejecutan, las mas de las veces en “nombre de “Dios”.

Y cuando llega el día en que los líderes son derrocados o aprehendidos por la justicia, todos los seguidores y soldados de “la causa” justifican sus acciones argumentando que solo “seguían órdenes” como si la responsabilidad personal por las barbaridades cometidas pudiera desplazarse culpando a otros.

 

Y si bien no podemos impedir que alguien maquine locuras, está en nuestras manos seguirlas y apoyarlas, o alejarnos de ellas y rechazarlas abiertamente.

De ahí la importancia de la denuncia, de alzar la voz cada vez que alguien planea o ejecuta actos que van en contra de la ley y del bien común.

Denunciar no nos convierte en soplones o mojigatos que hacen escrúpulo de todo,  sino en personas congruentes y responsables que entienden la ley y los derechos humanos como un bien superior que hay que preservar para beneficio de todos, incluyendo a aquellos que pretenden violarlos.

Guardar silencio y dejar que las cosas malas pasen, es hacerse cómplice silencioso de todas las barbaridades, delitos y chanchullos que ocurren frente a nuestros ojos.

Y la peor de las complicidades silenciosas, la mas baja de todas, es cuando se calla por conveniencia, es decir, cuando el resultado de las atrocidades, injusticias o ilegalidades que otros cometen de alguna manera nos beneficia,  y pretendemos tranquilizar la conciencia convenciéndonos de nosotros no hicimos nada, o que el fin justifica los medios.

Nietzche decía, y coincido con él, en que “la esperanza es el peor de los males, pues prolonga los tormentos del hombre”, por ello, en lugar de sentarse a esperar la llegada de tiempos mejores, siempre será mejor levantarse y actuar para eliminar los males presentes.

 

“La vida es muy peligrosa. No por las personas que hacen el mal, sino por las personas que lo ven y no hacen nada al respecto” Albert Einstein