Morirse es complicado

Morirse es complicado
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Es tan complicado morirse, tantos trámites y asuntos que resolver, que por lo pronto he decidido seguir vivo. Uno de éstos trámites lo tuve que hacer no porque esté organizando mi defunción, sino porque meses después de la muerte de mi madre, me di cuenta que además había que darla de baja en el SAT.

Así que previa cita, y acompañado por mi contadora, me apersoné en las oficinas de ésta non-grata dependencia para realizar el trámite.

Ya instalados frente de la funcionaria que amablemente nos atendería y con un manifiesto de compromiso de honestidad y servicio colgado en su cubículo, aclaré el asunto que nos ocupaba (dar de baja a una causante) e iniciaron las preguntas.

¿Trae el acta de defunción? Aquí está. ¿Trae su tarjeta de identificación? Sí por supuesto, al tiempo que saco mi “IFE” y se la muestro. No, me dice, no la suya, la de la difunta.

Que? digo yo. ¿Me esta pidiendo la identificación de una difunta? No, no la traigo.  A que caray. ¿Para qué la necesita? dije yo.  Ella ya murió.  Aquí esta su acta de defunción. Ni modo que alguien llegue al SAT a darse de baja personalmente porque decidió morirse (aunque no es mala idea).

Según yo, una identificación con fotografía solo sirve para comprobar que la persona que se tiene enfrente es la que dice ser, y en este caso la persona que la funcionaria tenía enfrente era a mí, con mi identificación, con un acta de defunción en la mano, y con las facultades necesarias para realizar un trámite que obviamente un difunto no puede hacer personalmente.

Supongo que se dio cuenta de lo absurdo de su petición y llamó a una supervisora,  quien luego de explicarle el trámite en cuestión regresó con una copia de algún artículo de la ley con lo que la funcionaria ya no insistió en requerir el “IFE” de mi madre.

Las siguientes preguntas fueron:  ¿Qué actividad tenía la difunta? ¿Dejó bienes? Necesito el juicio sucesorio, dice. ¿Qué? vuelvo a exclamar extrañado. No, no traigo ningún juicio sucesorio, traigo su acta de defunción y su testamento.  A que caray, me dijo de nuevo. Oiga, simplemente se murió y vengo a darla de baja a ella, no a dar de alta a todos sus herederos y que algunos además son niños.

Déjeme preguntar. No se que le dijo su supervisora, pero finalmente el trámite se desatoró y luego de llenar una forma para la modificación número “14” (baja por defunción) me entregan una copia  sellada con la que supuestamente quedaría concluido el asunto.

Una semana mas tarde me entero que el trámite fue rechazado porque el domicilio que me pidieron y anotaron de dónde quedaría guardada su documentación fiscal fue el mío, y dicen que además debían tener el de ella. No sé de qué les servirá su domicilio, ya que si la buscan ahí o donde sea, no la encontrarán, y entonces supongo, la acusarán de evadir al fisco, cuando lo único que hizo fue evadir este mundo.

 

Me dio la impresión de que el SAT funciona como los bancos, es mucho mas fácil depositar que retirar, y les duele mucho perder un cliente, aunque en éste caso el cliente-causante no se les fue por gusto.

Son muchos los asuntos que hay que arreglar luego de que una persona fallece y que dependiendo de las circunstancias de la muerte pueden ser bastante complicados: obtener un acta de defunción, inhumar, cremar o embalsamar, trasladar cadáveres dentro o fuera del país, trámites hereditarios, bancarios, fiscales, legales,  liquidación de doctores, hospitales, etc. además de múltiples reuniones familiares para resolver que hacer con infinidad cosas que forman parte de la historia personal y familiar, y que tienen ya sea valor sentimental o económico.

La verdad es que morirse genera muchas complicaciones. Es como meter reversa a todo lo que en vida se hizo, y absolutamente todo lo que alguna vez se contrató, pidió o compró, habrá de cancelarse, devolverse, venderse, repartirse, guardarse o regalarse.

Por eso, a menos que nos pongamos en la actitud de “qué me importa si yo ya estaré muerto” o nos damos a la tarea de organizar poco a poco nuestra muerte, o créanme lo que dije al principio, es tan complicado y trabajoso morirse que mejor hagamos lo posible para seguir vivos.

 

            “El miedo a perderse se cura dándose de alta en el SAT”. Yo.

 

            Ricardo Elias