Mal mayor



"No puede valer más la captura de un delincuente que la vida de las personas", dijo el presidente López Obrador para defender la decisión de liberar al hijo de El Chapo Guzmán, luego de la andanada de críticas que recibió por el mal planeado y fallido operativo montado para su captura.

"Estaban en riesgo muchos seres humanos", subrayó.

Con este argumento se intenta convencer a los mexicanos, y en particular a los culiacanenses, de que nuestro Presidente no es un inepto, sino un humanista, una versión mexicana de Gandhi (Mahatma López) que ante las amenazas y ataques criminales optará siempre por la no violencia, mostrando así la grandeza de su alma.

Estoy de acuerdo en que cuando la vida de personas -sobre todo si son inocentes- está en riesgo, hay que hacer todo lo necesario para protegerlas, inclusive el ridículo, pero cuando ese riesgo se debe a ineptitudes, improvisaciones y malos cálculos, como fue el caso, las responsabilidades y culpas adquieren otra dimensión.

El propio secretario de la Defensa dijo que las fuerzas de seguridad del gobierno actuaron de manera precipitada, sin planeación y desestimando el poder de fuerza y convocatoria del grupo criminal.

Es inconcebible e inaceptable que el gabinete de seguridad, la Secretaría de Gobernación (que parece ajena a este asunto), y el Presidente se hayan puesto ellos mismos en la insalvable situación de tener frente a sí solo dos malas opciones: malo si lo capturan y malo si lo liberan.

La poca capacidad de análisis, aunada a la falta de experiencia y talento para poner sobre la mesa diferentes alternativas de solución a los problemas, es lo que normalmente pone a las personas contra la pared y las obliga a optar por un mal menor inmediato y que las más de las veces termina siendo un mal mayor, como en mi opinión fue el haber cedido a las presiones del Cártel de Sinaloa y liberar al detenido.

El mal mayor y duradero de la decisión tomada en Culiacán, y de la ridícula política de "abrazos, no balazos", no fueron los 8 muertos, 16 heridos, o la fuga de 55 reos de la prisión de Aguaruto... sino el que los criminales le hayan "tomado la medida" al Presidente.

Ahora todos los delincuentes del país saben que para liberar compinches u obtener lo que les venga en gana lo único que tienen que hacer es amenazar o secuestrar a la población civil. Esto es exactamente lo que hacen los terroristas, secuestradores y extorsionadores.

Por ello la política internacional generalmente aceptada de jamás negociar con terroristas (limitada exclusivamente a no pagar los rescates solicitados cuando hay rehenes de por medio, sin quitar de la mesa otras formas de negociación), la cual tiene como objetivo eliminar los incentivos de tomar rehenes.

Cuando un gobierno aplica esta política "sin excepciones", los terroristas y criminales pueden anticipar que no recibirán ninguna recompensa a cambio de liberar rehenes. Pagar las recompensas solicitadas sin ninguna resistencia es el mejor incentivo para que las extorsiones se repitan.

El mal menor es un principio ético que justifica la elección de un mal con tal de evitar otro mal mayor, pero la condición del principio es la de un dilema estrictamente binario, es decir, que no considera la posibilidad de una tercera opción (tertium non datur) que obligue a evaluar si el mal de la tercera opción es mayor, menor o distinto al de las dos primeras y sus consecuencias.

En el caso de Culiacán, el gobierno federal no consideró el mal mayor que significa negociar con terroristas y someterse a la fuerza de un grupo criminal.

Y para rematar la incomprensión al mal mayor y al problema en que ahora nos metieron a todos los mexicanos, el Presidente dice que de haber actuado distinto a como se actuó en Culiacán, los mexicanos no tendríamos "tranquilidad espiritual".

Yo creo que de haber actuado de otra manera los ciudadanos no estaríamos en situación de indefensión, y el gobierno mexicano no estaría en situación de ridículo.

El miope mal menor que significó la decisión de Culiacán ocasionó una vergüenza y un mal mayor al país: le tomaron la medida al Presidente y se cedió el uso legítimo de la fuerza a los criminales.

"Es preferible sufrir una injusticia a cometerla".

Sócrates